Un anciano de unos ochenta años estaba sentado en una mesa cenando, Policarpo sabía que su vida estaba en peligro. Un grupo de cristianos acababa de ser ejecutado en la arena por causa de su fe, pero Policarpo se negó a dejar Roma. Los romanos estaban ejecutando a cualquiera que se llamara cristiano, y los paganos estaban traicionando a aquellos que sabían que eran seguidores del Camino. Después de las ejecuciones recientes, la multitud de la arena había coreado por la muerte de Policarpo.

Policarpo era un renombrado seguidor de Cristo y obispo de Esmirna. Se había convertido en cristiano bajo la tutela de Juan el apóstol. Recientemente, el procónsul romano lo había estado buscando durante días. Después de arrestar y torturar a uno de los sirvientes de Policarpo, finalmente se enteraron de dónde se alojaba. Los soldados entraron en la casa, pero en lugar de huir, Policarpo declaró con calma: «Hágase la voluntad de Dios».

Policarpo pidió que setrajera comida para los soldados, y pidió una hora de oración. Asombrados por la valentía de Policarpo, en especial para un hombre de su edad, los endurecidos soldados romanos accedieron a su petición. Oró durante dos horas por todos los cristianos que conocía y por la iglesia universal, y los soldados se lo permitieron.

Cuando Policarpo entró en el estadio, varios cristianos presentes escucharon una voz del cielo que decía: «Sé fuerte, Policarpo, y actúa como un hombre». Debido a su edad, el procónsul romano le dio a Policarpo una última oportunidad de vivir. Solo tenía que jurar por César y decir: «Quiten a los ateos» (en ese momento los cristianos eran llamados ateos por negarse a adorar a los dioses griegos y romanos). Policarpo miró a las multitudes rugientes, les hizo un gesto, y proclamó: «¡Quiten a los ateos!».

El procónsul continuó: «Júralo, y te dejaré ir. ¡Niega a Cristo!». Policarpo se volvió hacia el procónsul y declaró con valor: «Ochenta y seis años le he servido, y no me ha hecho ningún mal. ¿Cómo puedo blasfemar de mi Rey que me salvó?».

El procónsul lo instó de nuevo: «Jura por la Fortuna de César». Pero Policarpo respondió: «Ya que en vano piensa que voy a jurar por la Fortuna de César, como usted dice, y pretende no saber quién soy, escuche con atención: ¡Yo soy cristiano!». El procónsul amenazó: «Tengo bestias salvajes. Te arrojaré a ellas si no te arrepientes».

Policarpo respondió: «¡Llámelas! Porque no podemos “arrepentirnos”de lo que es mejor a lo que es peor; pero es noble volvernos de lo que es malo a lo que es justo».

Entonces el procónsul amenazó a Policarpo con fuego, pero él respondió: «Me amenaza con un fuego que arde una hora y se apaga pronto, porque ignora el fuego del juicio venidero y el castigo eterno preparado para los impíos. Pero ¿por qué se demora? Haga lo que quiera».

Finalmente, el procónsul envió un heraldo al centro del estadio para anunciar que Policarpo estaba confesando su fe como cristiano. La multitud le gritó a Felipe, autoridad de la provincia de Asia, que enviara un león contra Policarpo, pero se negó. Entonces gritaron para que Policarpo fuera quemado. Lo trasladaron al mercado y prepararon la pira. Policarpo se desnudó y subió. Pero cuando iban a clavarlo a la pira, les dijo: «Déjenme así. El que me dasoportar el fuego también me dará permanecer en la pira sin la seguridad de ustedes de los clavos». Así que, no lo clavaron, pero lo ataron. Con valentía, Policarpo oró mientras los soldados preparaban la madera:

Oh Señor Dios Todopoderoso, Padre de Tu amado y bendito Hijo Jesucristo, a través del cual hemos recibido conocimiento de ti, Dios de ángeles y potestades y de toda la creación, y de toda la raza de los justos que viven delante de ti. Te bendigo porque me consideraste digno de, en este día y hora, recibir una parte en el número de los mártires en la copa de Tu Cristo para la resurrección a la vida eterna tanto del alma como del cuerpo en la incorruptibilidad del Espíritu Santo. Entre ellos pueda ser bienvenido ante ti hoy a travésde un sacrificio agradable y acepto, tal como lo preparaste y diste a conocer previamente y cumpliste, el Dios sin engaño y verdadero. Por esto, y por todas las cosas, te alabo, te bendigo, te glorifico, mediante el eterno y celestial sumo sacerdote Jesucristo, Tu amado Hijo, por medio de quien sea gloria para ti con Él, y el Espíritu Santo tanto ahora como en los siglos venideros. Amén.

Los romanos habían amenazado a Policarpo con bestias y fuego, pero nada lo haría volverse contra Cristo. Después de su oración, los hombres encendieron la pira, la cualprendió rápidamente. Pero incluso el fuego no lo tocaba, ya que formaba un arco alrededor del cuerpo de Policarpo. Los romanos no sabían qué pensar de esto. Al final, los romanos le ordenaron a un verdugo que lo apuñalara. Una gran cantidad de sangre apagó el fuego restante, y Policarpo murió desangrado.


«Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo» (1 Pedro 1:7).

Historias de mártires cristianos: Policarpo de Esmirna
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