Habiendo sufrido profundas heridas por años de palizas por parte de su esposo musulmán, una mujer egipcia ahora se regocija en el amor de Dios y en la cruz de Cristo. Emaan era apasionadamente devota del islam. “Solía amar a Mahoma —dijo—. Mi corazón deseaba haber vivido en la antigüedad y haber sido escogida para ser una de sus esposas”. Realizó seis peregrinaciones a principios de la década del 2000, viajando desde su casa en Egipto hacia los lugares más sagrados del islam. “En la mezquita en Medina, la ‘Mezquita del Profeta’, nunca daría la espalda”, recordó sobre un hajj, un viaje religioso a Arabia Saudita que los musulmanes deben hacer al menos una vez. Como ferviente seguidora de la fe, Emaan fue mucho más allá de lo requerido por el islam “Cuando me marchaba —explicó— miraba [la mezquita] de frente y caminaba hacia atrás para mostrar respeto”. Pero con el tiempo, Emaan optó por alejarse del islam. Cuando supo que Aisha, la última esposa de Mahoma, tenía 9 años en el momento de su matrimonio, esto sacudió su fe. A medida que su propia hija se acercaba a esa edad, Emaan se impresionaba por lo inapropiado que era que
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