Ahn hizo todo lo que el gobierno norcoreano le exigió, incluso casi sacrificar su vida. Sin embargo, al final eso no fue suficiente. Nacido en una familia norcoreana de clase alta, la devoción de Ahn por su país y por la dinastía Kim comenzó desde niño. Su padre era miembro de la unidad militar especial de Kim Jong II, un honor que implicaba responsabilidades y grandes privilegios. “Casi todos mis familiares estaban relacionados con las fuerzas de seguridad o la policía – expresó Ahn, ahora de casi 40 años -. Desde niño, mis padres me enseñaron a ser fiel a la familia Kim”. Mientras que cientos de miles de personas murieron durante un tiempo conocido como “La Ardua Marcha” de Corea del Norte a mediados de la década de 1990, la familia de Ahn no se vió afectada. “Cuando de niño salía a la calle, podía ver los cuerpos de las personas que habían muerto de hambre – relató -. Pero como yo pertenecía a una familia de clase alta, nunca pasé hambre”. Con tales privilegios, lafamilia de Ahn veneraba a la familia Kim más que el norcoreano promedio, aunque todos los ciudadanos estaban obligados a adorar al “líder supremo”
Leer másSiendo niña en Sierra Leona, Milagros fue instruida por su abuela para invocar espíritus demoníacos y realizar rituales brutales para una sociedad secreta. Después de convertirse en seguidora de Jesucristo, su abuela trató de matarla. Sentada en una casa que también funciona como edificio de una iglesia en la zona rural de Sierra Leona, Milagros Conteh, de 24 años, estaba a punto de compartir los secretos de su infancia que podrían hacer que la mataran. Pero entonces, aquellos que la matarían (miembros de una sociedad secreta a la que una vez perteneció), ya la estaban persiguiendo por abandonar sus filas para seguir a Cristo. Durante dos años, Milagros, conocida como Sassa hasta que llegó a la fe en Cristo a los 14 años, realizó rituales ancestrales que implicaban interactuar con demonios, lanzar hechizos y realizar mutilaciones corporales. Aprendió los rituales de su abuela, quien dirige la sociedad secreta. En esos dos años, dijo Milagros, no sentía miedo de los espíritus malignos con los que interactuaba. De hecho, se sentía cómoda en su presencia. “Dondequiera que iba, sentía la presencia de espíritus malignos a mi alrededor —dijo Milagros—. Nada en mí me hacía sentir que debía salir de eso porque yo
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