En Chiapas, el estado más meridional de México, las familias cristianas a menudo pierden sus medios de subsistencia cuando quienes se oponen a su fe confiscan sus tierras y las expulsan de su aldea. Un ministerio llamado Casas de Refugio proporciona casas de una habitación con un porche y una letrina para tales familias, y pueden permanecer hasta un año mientras intentan reubicarse en un área donde puedan vivir libres de persecución. Las familias reciben aliento espiritual, así como capacitación práctica en el cultivo de café, la cría de ganado y el cultivo de maíz y otros cultivos para ayudarlos a mantenerse. Algunas de las mujeres reciben capacitación sobre cómo iniciar y operar una pequeña tienda de comestibles. Después de sentir el llamado de Dios, Pablo, residente de las Casas de Refugio, recibió la comisión de regresar al área donde había vivido anteriormente para proclamarles el evangelio a sus perseguidores.

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Las «Casas de Refugio» envían obreros a la cosecha
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