Personas de castas superiores de la India los evitaban. Estos dalits, los llamados «intocables», eran la casta más baja de la cultura hindú. Ser dalit es no tener esperanza del futuro. Sin embargo, una persona se preocupó por ellos, y estaba dispuesta a arriesgarlo todo para ayudarlos.

Yesu Dasu amaba a los intocables, y puso ese amor en acción al hacerse amigo de ellos y ayudarlos. Cuando otros huyeron, él se acercó. Les devolvió su dignidad. Como un espejo del amor de Cristo, el predicador cristiano de cincuenta y dos años vino a traer sanidad a sus almas.

El rugido del motor de la motocicleta afuera de su casa interrumpió la tranquila cena de Dasu y su familia. Cuando Dasu se levantó para mirar por la ventana, dos hombres comenzaron a golpear la puerta. «Yesu Dasu —gritaron—. ¡Abre! Alguien quiere hablar contigo, y debes venir con nosotros ahora». Dasu abrió lentamente la puerta y miró a los hombres.

—¿Quién? —preguntó.

—No hay tiempo para hablar. Debes venir con nosotros ahora —respondieron.

Lo tomaron del brazo y lo llevaron a la motocicleta. La esposa de Dasu y sus hijos se quedaron mirando por la ventana mientras la motocicleta se alejaba. Después de acostar a los niños, su esposa esperó pacientemente a que su esposo regresara. Leyó su Biblia mientras esperaba, y finalmente se durmió.

El sol de la mañana que entró a través de la ventana la despertó con un sobresalto. No podía recordar los acontecimientos de la noche anterior y por qué se había quedado dormida en el sillón. Llena de temor, se dio cuenta de que Dasu nunca había vuelto a casa. Despertó a sus hijos, los vistió, y juntos buscaron a su padre en el pueblo.

La esposa de Dasu escuchó su nombre y levantó la vista para ver a uno de sus vecinos de la aldea corriendo hacia ella. La abrazó. «Lo siento mucho —le dijo—. Encontraron su cuerpo. Está muerto».

Cerca de un establo de ganado en las afueras de la ciudad, Dasu yacía en un charco de sangre, le habían cortado la cabeza y otras partes del cuerpo. Cuatro miembros de un grupo hindú radical le habían atado las manos y lo cortaron con un hacha.

Dasu había sido amenazado en numerosas ocasiones por miembros de un grupo hindú radical, y se le había advertido que no predicara en la zona. Pero él había ignorado las amenazas. Dios lo había llamado a predicar, y él respondería a ese llamado.

Era un hombre sencillo y humilde que servía a la sociedad y era respetado por los aldeanos. Su ministerio a los dalits, tocando a los «intocables», reflejaba su deseo de que Dios alcanzara a todo el pueblo. Yesu Dasu no solo predicó la verdad del cristianismo, sino que vivió su fe. A través de su vida y obra muchos llegaron a conocer la Verdad y ahora pasan su vida ministrando a otros. Dasu demostró el amor de Dios a los menospreciados de su alrededor sin tomar en cuenta su propia vida. Al hacerlo, obtuvo el más alto honor: la corona de un mártir.

Historias de mártires cristianos: Yesu Dasu
Categorías: Historia