—¡Entréguenosla!

—¡Entréguenla o quemaremos el edificio!

—¡Merece morir!


Para entonces, la turba había rodeado completamente la estación de policía, y sus demandas para que los oficiales les entregaran a la mujer habían crecido a un nivel ensordecedor. Varios llevaban en sus manos piedras de diferentes tamaños, listos para soltarlas a la primera vista de la mujer —la infiel— mientras que otros sostenían porras y palos.

Momentos antes, la policía había encontrado a la mujer herida y ensangrentada y la habían llevado a la estación para protegerla de los extremistas musulmanes que la estaban golpeando con palos y sus puños. Más temprano ese día, esta mujer no identificada había estado evangelizando en las calles de Izom, Nigeria. Había entablado una conversación con algunos jóvenes musulmanes, les compartió el evangelio y les entregó algunos folletos cristianos para que los leyeran. Su encuentro no pasó desapercibido.

Los ancianos musulmanes que estaban cerca habían visto el intercambio y se acercaron a los jóvenes para averiguar qué les había dicho. Se enfurecieron al enterarse de que les hubiera compartido el evangelio. Dijeron que había insultado al profeta del islam, Mahoma, e insistieron en que la mujer fuera ejecutada. Su furia y acusaciones incitaron a cientos de otros musulmanes a salir por las calles para localizar a la mujer. Finalmente, la alcanzaron cerca del río Gurara y comenzaron a golpearla.

Fue entonces cuando la policía intervino y la puso bajo custodia protectora en la comisaría de Izom. La turba irrumpió en las instalaciones, y exigió que se las entregaran para ser lapidada hasta la muerte de acuerdo con la sharía, la ley islámica. El sistema legal islámico se implementó en varios estados de Nigeria en 2000, por lo cual es ilegal hablar en contra de Alá o del profeta Mahoma.

La policía se había negado persistentemente a entregarla y ahora se enfrentaba a la amenaza real de que la turba quemaría la estación de policía. En un esfuerzo por proteger a la mujer y ponerla a salvo, la policía trató de sacarla de contrabando por una puerta trasera, pero los musulmanes enojados habían bloqueado todas las rutas de escape. Los policías huyeron por su vida y abandonaron a la mujer en la puerta, y algunos de la turba la mataron a palos.

En el pánico, la policía no tuvo tiempo de identificar a la mujer antes de que fuera ejecutada. Todo lo que se sabe de esta valiente joven son sus acciones de amor para alcanzar a los demás para Cristo y llevarles las Buenas Nuevas. Aunque sin nombre en la muerte, sin vergüenza dirigió a otros hacia el verdadero Nombre por encima de todo nombre, Jesucristo, y con toda certeza, Él estaba listo para darle la bienvenida por su nombre a la eternidad.

Historias de mártires cristianos: una mujer nigeriana
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