Cuatro chicas adolescentes caminaban por el camino que conduce al bachillerato cristiano Poso. El sol brillaba en un cielo despejado y las jóvenes esperaban otro día de clases. Era un día festivo para las escuelas islámicas de la zona, las cuales celebraban el mes sagrado del Ramadán. Pero en las escuelas cristianas como a la que asistían las cuatro chicas todavía había clases. Su amistad y compañerismo trajeron sonrisas a sus jóvenes rostros mientras disfrutaban de la tranquilidad de la mañana del sábado.

La quietud del aire se rompió cuando seis hombres vestidos de negro y con velos que cubrían su rostro saltaron de los arbustos y corrieron hacia ellas. Antes de que las chicas pudieran moverse, los hombres rodearon a sus jóvenes víctimas y con saña comenzaron a blandir sus machetes. Mientras gritaban pidiendo ayuda, las adolescentes lucharon por sus vidas. Solo una, Noviana Malewa, fue capaz de escapar. Cubierta de sangre por las cortadas principalmente en su cara corrió a buscar ayuda. Los cuerpos de Theresia Morangkir y Yarni Samube (ambas de quince años) y Alfita Poliwo (diecisiete) fueron dejados en el suelo, sus cabezas, las cuales habían sido cortadas de sus cuerpos, habían desaparecido.

Un par de mujeres que caminaban hacia el mercado cercano oyeron a las jóvenes gritar pidiendo ayuda. Llenas de miedo, las mujeres corrieron hacia el puesto militar e informaron lo que habían oído. Los soldados indonesios comenzaron a buscar la fuente de los gritos, pero en su lugar descubrieron los tres cuerpos decapitados.

Los atacantes pusieron las cabezas de las adolescentes en sacos y las arrojaron en diferentes áreas alrededor del condado. Dos de las cabezas fueron encontradas cerca de un puesto de policía, mientras que la tercera fue descubierta fuera de una iglesia local. No había sido suficiente que los radicales atacaran a las iglesias o a los líderes cristianos. Escogieron a propósito como su blanco a jóvenes cristianas que se habían negado a reconocer la fiesta islámica de Ramadán: chicas que nunca podrían ser forzadas a casarse con musulmanes. También hicieron una declaración deliberada al tomar sus cabezas y dejarlas junto a una estación de policía y una iglesia. Su mensaje era claro: ni la iglesia ni el gobierno pudieron detener su cobarde ataque contra las jóvenes de la zona.

Estas adolescentes conocían los peligros que enfrentaban, pero con confianza y alegría hacían su caminata diaria a la escuela. Eligieron levantarse por encima del miedo y la inquietud. Aunque les arrebataron la vida sin piedad ese sábado por la mañana, su fe sigue viva. La noticia de su testimonio viajó por todo el mundo dando aliento y esperanza a otros para tener vidas llenas de alegría juvenil en Cristo, y es un recordatorio sobrio de que todos solo estamos de visita en este mundo corrupto.

«Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento» (Salmos 23:4).

Historias de mártires cristianos: Theresia Morangkir, Alfita Poliwo y Yarni Samube
Categorías: Historia