En una pequeña oficina con poca luz en un país de Medio Oriente, Khaled está sentado en silencio en un sofá con las manos cruzadas en su regazo y recorre la habitación con la mirada. Aquí es donde compartirá los recuerdos más oscuros de la vida de su familia como cristianos en Yemen, un país del cual él y sus cuatro hijos huyeron después del martirio mudo de su esposa, Samira.

Está sorprendentemente tranquilo mientras se prepara para compartir los detalles de su viaje para dejar el islam y los innumerables incidentes de persecución que sufrió su familia como resultado. Sabe que hay un propósito para el dolor que él y sus hijos todavía sienten hoy.

«Cuando pienso en nuestra historia, en lo único que puedo pensar es que Dios nos está preparando para algo más grande […] para servirle —dice Khaled sonriendo—. Es en capa tras capa de persecución que Él nos cambia para ser como Él».

UN ESTUDIANTE DEL ISLAM

La historia de persecución de Khaled comienza donde terminó su fe en el islam.

La mañana del 11 de septiembre de 2001, Khaled dirigió el llamado a la oración en su mezquita en Yemen. Las dudas sobre el estricto wahabismo de su padre ya habían dejado grietas en su fe musulmana. Más tarde ese día, cuando los terroristas islámicos estrellaron aviones secuestrados en el World Trade Center, el Pentágono y un campo en Pensilvania, su fe islámica se derrumbó en una pila de escombros.

Khaled vio con horror cómo las impactantes imágenes se mostraban sin cesar en el televisor de un café local. Los aplausos de los musulmanes que estaban sentados cerca le dieron náuseas.

«Yo estaba muy molesto y triste —recordó—. Tres mil personas habían sido asesinadas. Pensé: “¿Qué clase de religión es esa?”». Khaled inmediatamente decidió dejar el islam.

En su mayor parte, el islam era todo lo que había conocido. Nacido en Yemen en 1969, Khaled pasó sus años de formación en Arabia Saudita. Su padre, un imán, favorecía a Khaled sobre sus otros hijos debido a su intelecto. Incluso dejó que Khaled lo guiara en oración mientras caminaban alrededor de la Kaaba en La Meca, el sitio más sagrado del islam.

Khaled, a quien siempre se le había enseñado que los cristianos eran moralmente inferiores, comenzó a cuestionar el islam después de darse cuenta de que el Corán validaba el maltrato de su padre, incluidas las palizas, hacia su madre. Esto enfurecía a Khaled.

«Sabía que, al criticar las acciones de mi padre, estaba criticando al islam», recordó.

Después de la muerte de su padre, Khaled se alejó temporalmente del islam. En 1990 su familia regresó a Yemen, donde su fe musulmana fue reemplazada durante los siguientes cuatro años con su participación en el Partido Socialista Yemení. Sin embargo, la muerte de su madre algunos años más tarde provocó un nuevo examen de su vida, lo cual resultó en un regreso al islam, esta vez como chií. Pero no abandonó por completo sus creencias socialistas.

A woman worshipping in church

En 1997, el año en que se casó con Samira, los pensamientos de Khaled fueron dirigidos hacia Jesucristo por una fuente inesperada. Mientras leía un periódico socialista, se encontró con una referencia a Juan 8:7: «El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella». Las palabras de Jesús destrozaron sus conceptos erróneos sobre el cristianismo, al igual que los ataques terroristas del 11 de septiembre finalmente demolerían su concepto de Mahoma y su fe en el islam.

ENCONTRAR LA PAZ EN SECRETO

Khaled mantenía a su familia por medio de enseñar estudios islámicos y árabe en un bachillerato en Yemen, pero no podía dejar de pensar en las palabras de Jesucristo en Juan 8:7.

Más tarde ese año, el tío de Samira le dio a Khaled algunos libros que ya no quería, incluido un Evangelio de Mateo. Rápidamente leyó el texto y con el tiempo comenzó a discutir las enseñanzas de Cristo con sus estudiantes. Mientras tanto, esperaba encontrar una Biblia completa.

Entonces una noche, un estudiante de Khaled lo vio en una gasolinera. El muchacho le dijo ansiosamente que un nuevo programa de radio cristiano, transmitido en un dialecto yemení, había afirmado que Jesús es el hijo de Dios. Khaled corrió a casa, encontró una vieja radio y se subió a la azotea para escuchar el programa en secreto.

Khaled estaba asombrado mientras se sentaba bajo las estrellas escuchando las enseñanzas bíblicas sobre el perdón y el amor. Tembló de emoción al escuchar sobre el amor de Jesús por él en su propio dialecto.

«Pensé que era el único que estaba considerando el cristianismo —dijo—, así que encontrar a otros yemeníes que ya eran cristianos me sorprendió».

Todas las noches a las 10:30 p.m., Khaled podía ser encontrado en su azotea. Cuanto más escuchaba el programa, más preguntas tenía. Finalmente, les envió algunas preguntas a los anfitriones del programa por mensaje de texto y más tarde llamó por teléfono para una conversación más profunda sobre el cristianismo. Después de semanas de discusiones, oró por teléfono con uno de los anfitriones y puso su fe en Jesús como su Salvador.

A la mañana siguiente, Khaled se despertó sintiéndose como un hombre nuevo. «Sentía que todos los colores eran diferentes y los árboles se veían diferentes —dijo—. Me sentía como una persona distinta. Yo era un monstruo antes de esa noche. Me sorprendió lo mucho que cambié».

A pesar de su entusiasmo, Khaled mantuvo su conversión en secreto, incluso de su esposa. Los cristianos convertidos en Yemen se enfrentan a una intensa persecución por parte de sus familiares, otros aldeanos y el gobierno. Varios conversos son asesinados cada año, y aquellos que no son asesinados enfrentan persecución y discriminación continuas. Hoy en día, la iglesia en Yemen es esencialmente invisible; solo unos pocos miles de creyentes secretos viven allí.

Khaled obtuvo secretamente una Biblia y continuó creciendo por medio de la lectura de la Palabra de Dios. También se hizo cada vez más consciente de lo mucho que necesitaba a Jesús.

«Tenía un vacío espiritual en mí —dijo—. Cuando era musulmán, pensé que el socialismo llenaría mi vaciedad. Cuando mi madre murió, pensé que el islam chií me llenaría. Por fin, las enseñanzas de Cristo y la Biblia llenaron ese vacío».

Khaled pronto se unió a varios amigos en un estudio regular de la Biblia en una ciudad cercana, pero sus frecuentes viajes preocuparon a Samira. Finalmente lo confrontó, preocupada de que hubiera encontrado otra esposa.

—Te amo —le dijo Khaled con lágrimas—, pero me he convertido en cristiano.

—¿Eres un infiel? —preguntó Samira.

—No, pero amo a Jesús —dijo. Khaled entonces le contó cómo Jesús había cambiado su vida y cómo podía cambiar la suya también. Samira había notado cambios en su esposo, incluida la forma en que la trataba a ella y a sus padres, pero no sabía qué o quién había inspirado los cambios. Después de conocer la verdad, ella también aceptó a Cristo.

Aunque Khaled y Samira dejaron de asistir a la mezquita con sus cuatro hijos, mantuvieron en secreto su fe cristiana. Sabían que podían ser asesinados por dejar el islam.

Sin embargo, después de dos años de seguir a Jesús, decidieron hacerlo público. Cuando los miembros del estudio bíblico de Khaled le preguntaron si le gustaría ser bautizado en la ciudad portuaria de Adén, Khaled se sintió listo para declarar su fe cristiana. Llevó a Samira y a sus hijos con él a Adén, y, en el acto, Samira también decidió ser bautizada.

Su decisión de morir a sí misma espiritualmente en última instancia conduciría a su muerte física también.

«LOS CRISTIANOS ARDEN EN EL INFIERNO»

En diciembre de 2012, miembros de la Hermandad Musulmana obtuvieron imágenes del bautismo de Samira y las publicaron en una página de Facebook que expone a los evangelistas en Yemen.

Días después, se distribuyeron en el pueblo varios DVD que incluían las fotos del bautismo, la dirección de la familia y la dirección de la escuela [donde trabajaba] Khaled. Khaled era llamado «El gran evangelista» en el DVD.

En el trabajo, los otros maestros comenzaron a llamar infiel a Khaled. Entonces, una mañana, mientras tutelaba a un estudiante antes de clases, otro maestro le arrojó una gran piedra a Khaled que lo golpeó en la espalda. Otros dos comenzaron a golpearlo, y otro amenazó con matarlo. Varios compañeros de trabajo que una vez fueron sus amigos no hicieron nada para ayudar.

Aunque las palizas y las amenazas de muerte inicialmente paralizaron a Khaled por el miedo, con el tiempo sirvieron para fortalecer su fe. Se dio cuenta de que Dios había permitido estas circunstancias para fortalecer su valentía. Al reflexionar sobre su caminar con Cristo, Khaled vio evidencia consistente de la obra de refinamiento de Dios.

«De lo que tenía miedo en 2004, ya no me daba miedo en 2005 —dijo—. De lo que tenía miedo en 2007, ya no me daba miedo en 2009».

Después del ataque en la escuela, los problemas de Khaled continuaron. Unos musulmanes enojados rompieron las ventanas de su coche y cortaron sus neumáticos con una navaja, los aldeanos con frecuencia lanzaban piedras a su casa, y alguien envenenó a su perro y a sus tres cachorros.

En 2013 la persecución se intensificó aún más. Un día, mientras Samira caminaba por una calle muy transitada, el sobrino de 22 años de Khaled se acercó a ella y le quitó el velo de la cabeza frente a una numerosa multitud, una gran vergüenza en la cultura yemení. El sobrino entonces la golpeó, le rompió un brazo y la arrastró por la calle antes de dejarla llorando y sangrando en el polvo.

Khaled intentó presentar un informe policial, pero la policía dijo que su esposa merecía la paliza porque era cristiana. «[Ese] fue el peor año para nosotros», dijo Khaled con un suspiro.

La persecución pronto comenzó a afectar a sus hijos también. Su hijo y sus tres hijas sufrieron abuso emocional y verbal en la escuela por parte de un maestro que les decía que todos los cristianos arden en el infierno. Los niños a menudo llegaban a casa llorando.

A principios de 2014 estaban recibiendo amenazas de muerte con regularidad y se estaban cansando de la persecución sin fin.

«Cuando me di cuenta de que todo el mundo se había vuelto en nuestra contra, incluso nuestros amigos y vecinos más cercanos, empecé a tener miedo de nuevo», reconoció Khaled.

En su búsqueda para huir de Yemen, Khaled contactó a un amigo cristiano en otro país e hizo planes para que su familia se mudara al final del ciclo escolar. Sin embargo, sus planes fueron trágicamente alterados antes de que pudieran irse.

EL PEOR DÍA

La mañana del 9 de junio de 2014, Khaled despertó siendo sacudido por su hijo.

«¡Papá, papá! ¡Mamá está ardiendo en la cocina!», gritó su hijo.

Khaled saltó de la cama, corrió a la cocina y vio a su amada esposa envuelta en llamas. Luchó por extinguir el fuego y quitarle a Samira la ropa que estaba quemando su carne.

Mientras sus hijas gritaban al ver el sufrimiento de su madre, su hijo trató de ayudar a sofocar las llamas. Sufrió quemaduras en la parte interna de sus muslos y en uno de sus brazos. Una vez que apagaron el fuego, Khaled llevó a Samira al hospital.

Khaled más tarde se enteró de que alguien había vertido gasolina en el frasco de aceite de cocina de Samira. Los vecinos le dijeron que habían visto a un hombre vestido de mujer irrumpiendo en su casa unos días antes, y Khaled cree que podría haber sido su sobrino u otro pariente.

En el hospital, el médico de Samira determinó que tenía quemaduras de tercer grado en la mitad superior de su cuerpo. A medida que el personal del hospital se dio cuenta de su fe cristiana, el nivel de atención que recibía disminuyó. Su enfermera dejó de cambiarle las vendas, y el médico obligó a Khaled a comprar la medicina de Samira en la farmacia con su propio dinero.

El hospital también envió a un imán a la habitación de Samira para leerles el Corán y presionarlos para que regresaran al islam.

Para el 25 de junio, Khaled ya había tenido suficiente. Le dijo al médico de Samira que la iba a trasladar a otro hospital para que pudiera recibir una mejor atención.

«No, no; ahora nos encargaremos de ella», le aseguró el médico. Luego le dijo a Khaled que comprara un frasco de un medicamento que incluía potasio. «Esto curará sus heridas», le dijo a Khaled.

Cuando Khaled solicitó el frasco, el farmacéutico preguntó cómo se iba a utilizar. Después de que Khaled le dijo, el farmacéutico llamó al médico y discutió con él sobre el medicamento. Pero el médico tuvo la última palabra.

El médico le inyectó a Samira el contenido del frasco, y Khaled oró y habló con su esposa brevemente antes de salir para dejarla descansar. Cuando regresó dos horas después, Samira estaba muerta. Tenía 33 años.

Después de compartir este recuerdo con nosotros en la oficina tenuemente iluminada, Khaled se detuvo como si se aferrara a esos preciosos momentos finales con su esposa.

Luego nos dijo las palabras finales sorprendentes que Samira le habló. Antes de morir, le dijo a Khaled que había perdonado a todos los que los habían perseguido, incluido el hombre responsable de sus quemaduras.

LISTO PARA LO SIGUIENTE

Aunque nadie conoce el contenido exacto de la última inyección que recibió Samira, se utilizan altas dosis de cloruro de potasio (el medicamento prescrito por el médico de Samira) en inyecciones letales para detener el corazón. No obstante, el medicamento podría estar disponible en una farmacia para ser utilizado en dosis bajas como un suplemento de potasio.

«Parece como si el médico hubiera matado intencionalmente a [Samira] —dijo un trabajador de VOM—. Lo más probable es que el médico no quería que ella viviera porque había dejado el islam». Después de la muerte de Samira, los aldeanos trataron de desacreditarla a ella y a Khaled por medio de difundir rumores falsos de que se había prendido fuego porque Khaled se negó a dejarla regresar al islam. Los estudiantes de la escuela de Khaled incluso le dijeron que habían oído que él era quien había alterado el aceite de cocina.

Aunque admitió que no fue fácil, Khaled dijo que, por la gracia de Dios, ha perdonado a aquellos que persiguieron a su familia. En 2016 lo hizo público en esta publicación de Facebook: «A todos los que me persiguieron verbalmente, con sus acciones, al alentar a otros a perseguirme, de cualquier manera, directa o indirecta: los perdono».

El 14 de agosto de 2014, Khaled y sus hijos finalmente abandonaron Yemen; VOM ayudó a cubrir sus facturas médicas restantes y los gastos de reubicación. Aunque han abandonado la región donde sufrieron tanto, Khaled dijo que él y sus hijos siguen llorando la muerte de Samira.

«Somos un equipo que está jugando con la falta de un jugador muy importante —dijo—. No tenemos portero. Estoy en la ofensiva, pero necesitamos a alguien que defienda. Estamos muy cansados».

Khaled gana un pequeño ingreso por enseñar árabe a los niños refugiados por medio de usar pasajes de las Escrituras para desarrollar su vocabulario.

La familia sigue siendo perseguida en su nuevo país de mayoría musulmana a pesar de que existe una comunidad cristiana considerable. Se han enfrentado a discriminación en la vivienda, la policía lo ha acosado por llevar una Biblia y sus hijas son acosadas en la escuela. Una maestra abofeteó a su hija mayor por ser cristiana.

Khaled está actualmente buscando asilo para su familia en otro país, y mientras espera el cambio se comunica con miembros de la familia y antiguos estudiantes en Yemen a través de las redes sociales. Muchos han pedido Biblias, y algunos han llegado a la fe en Cristo.

Al recordar su vida en Yemen con Samira, Khaled ve cómo Dios usó cada capa de persecución para moldear su fe, hacer crecer su valentía y revelar Su bondad y amor a través de ellos. Por eso, está agradecido.

De hecho, Khaled alaba a Dios por todo lo que su familia ha soportado porque sabe que Dios continúa usando su dolor para Sus propósitos. Por ejemplo, su cuñado, que una vez debatió airadamente sobre religión con Khaled en línea, recientemente terminó una conversación diciendo: «Que el Señor Jesucristo te bendiga».

Momentos como este animan a Khaled a seguir hablando del evangelio a pesar de su corazón roto. Al perderlo todo, ha ganado una perspectiva eterna mucho mayor.

«Alabado sea el Señor por lo que pasó —dijo Khaled—, porque en este momento no tengo nada que perder».

Cristiano yemení perseguido repetidamente, esposa martirizada
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