Habila Adamu y su familia despertaron por el sonido de alguien que estaba golpeando la puerta principal de su sencilla casa en el norte de Nigeria. Eran las 11 de la noche, mucho más tarde de la hora para una visita vecinal; por lo tanto, la única razón para que alguien estuviera llamando a la puerta era una emergencia o, peor aún, un ataque a su aldea.

El golpeteo en la puerta fue seguido por el sonido de hombres que le gritaron a Habila para que saliera con su familia.

Habila se apresuró a vestirse. Cuando entró a la estancia delantera con su esposa Vivian, y su hijo pequeño justo detrás de ellos, se encontró con unos intrusos que llevaban túnicas y máscaras. Uno estaba armado con un AK-47. Habila hizo una breve oración al Señor.

Después de anunciar que estaban allí para hacer la obra de Alá, los hombres comenzaron a hacerle preguntas a Habila. Le preguntaron su nombre, su profesión, si era policía o militar y si era cristiano o musulmán.

«Soy cristiano», respondió.

Vivian estaba aterrorizada, sabiendo que los hombres eran miembros de Boko Haram.

Los intrusos le dijeron a Habila que le estaban dando la oportunidad de vivir —y de vivir una vida mejor— si solo se convertía en musulmán y decía la shahada [profesión de fe islámica que incluye: «No hay más dios que Alá, y Mahoma es su mensajero»]. Incluso le pidieron que se uniera a ellos como miembro de Boko Haram.

Mientras tanto, Habila estaba preparado para morir. «Soy cristiano y siempre seguiré siendo cristiano —respondió—, incluso hasta la muerte».

MORIR ES UNA GRAN GANANCIA

Volviéndose a Vivian, uno de los hombres dijo: «Si tu marido no coopera con nosotros, lo verás morir».

Creyendo que la muerte de su marido era inminente, Vivian lloró de miedo y dolor.

Los intrusos le repitieron su oferta a Habila, y él se negó de nuevo.

«Tu marido es terco», le dijeron los hombres a Vivian. Le preguntaron por qué ella no podía convencerlo de negar a Cristo y vivir una buena vida.

«No te preocupes» —le dijo Habila a su esposa mientras el rifle le apuntaba a su cabeza—. La muerte de un cristiano es una gran ganancia, no una pérdida».

Los hombres volvieron a mirar a Vivian y le exigieron que les trajera todo el dinero que tuvieran. Recorrió las habitaciones de su pequeña casa, tomando cualquier cosa de valor que pudiera encontrar con la esperanza de que los hombres estuvieran satisfechos y le perdonaran la vida a su marido. Pero no fue suficiente.

El hombre con el AK-47 colocó el cañón junto a la boca de Habila. «Ya que te niegas a convertirte en musulmán —dijo—, ¡aquí está tu recompensa!». Después apretó el gatillo.

Habila cayó al suelo mientras la sangre brotaba de su cara. Vivian gritó de horror.

«¡Cállate, mujer! —gritó uno de los atacantes—. Si intentas obtener ayuda, te encontraremos y te mataremos a ti y a tu hijo». Los hombres patearon la pierna de Habila para asegurarse de que estuviera muerto. Satisfechos de haber hecho un servicio para Alá, cantaron: «¡Allahu Akbar!» [Alá es grande], y luego se fueron de la casa.

Los minutos pasaron, y el charco de sangre se expandió alrededor del cuerpo de Habila. Mientras Vivian lloraba por su marido, lo escuchó jadear: «Todavía estoy vivo. Por favor, consigue ayuda».

Su corazón se llenó de esperanza al levantarse rápidamente del suelo. Tuvo dificultades para abrir la puerta de la valla de su patio antes de darse cuenta de que los atacantes la habían cerrado. Finalmente, se las arregló para salir de la casa y correr a la casa de su vecino. Los vecinos llamaron a la policía para pedir ayuda, pero nunca llegó. Habila no llegó al hospital hasta las 6 de la mañana del día siguiente.

LOS ÚNICOS SOBREVIVIENTES

Durante ese ataque en noviembre de 2012, Boko Haram atacó las casas de más de 30 miembros de la iglesia de Habila. Todos se negaron a convertirse al islam, eligiendo morir en lugar de darle la espalda a Cristo. Habila y su familia fueron los únicos sobrevivientes.

Habila fue trasladado a varios hospitales en un intento de conseguirle la atención médica que necesitaba. Cuando sus registros médicos fueron revisados más tarde, un trabajador médico dijo que sobrevivió solo por la gracia de Dios.

Habila estaba programado para hacerle un injerto óseo con el fin de reparar su pómulo, el cual había sido destruido por la bala. Pero antes de que los médicos comenzaran la operación, se sorprendieron de ver que su pómulo se había curado. No había necesidad del injerto.

Incluso después del ataque, Habila continúa compartiendo su testimonio con otros. Cuando un obrero de VOM le preguntó cómo se sentía respecto a los que le dispararon, dijo: «Somos criminales condenados […] Cristo murió por nosotros […] Él nos ama. Por eso debemos mostrarle ese amor a la gente que nos odia. Desde ese día, le ruego a Dios: “Dios, perdónalos. Dios, perdónalos”. Mi oración es que ellos [conozcan la verdad y] sean salvos, que no sean condenados. Los amo. […] Incluso si tengo la oportunidad de verlos, los abrazaré y oraré por ellos».

Cuando se le preguntó cómo podía perdonar a los hombres que trataron de matarlo, Habila respondió: «Porque Cristo es amor. El Dios al que sirvo es amor […] Él nos ordena que nos amemos unos a otros».

Habila se rehusó a negar a Cristo cuando se enfrentó a la muerte. Otros sucumben a la presión por temor, pero Dios también puede redimirlos.

Cristiano nigeriano recibe disparo de Boko Haram en la cara y sobrevive al ataque
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