Ni un solo cristiano vivía entre las treinta familias de una aldea remota en el sudeste asiático. De modo que cuando un evangelista llegó un día para compartir el evangelio, muchos estaban ansiosos por escuchar lo que tenía que decir. La policía también tomó nota.

Veinte aldeanos respondieron al mensaje del evangelista y entregaron sus vidas a Cristo. Pronto hicieron pública su nueva fe y fueron bautizados en un río cerca de su aldea. Para ellos, no había vuelta atrás a su camino anterior. Los nuevos cristianos comenzaron a reunirse en casa de uno de los creyentes, y recibieron Biblias impresas en su lengua materna. También se les dieron algunos himnarios para que pudieran cantar canciones de adoración juntos.

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Una pequeña estructura de madera con un techo de metal corrugado se convirtió en la primera iglesia casera de su pueblo, y las autoridades no estaban contentas. «A la policía no le gusta que el cristianismo se extienda a una aldea que antes no tenía cristianos», dijo un obrero cristiano del sudeste asiático. El cristiano más cercano fuera de la aldea vive a diez kilómetros de distancia.

Menos de dos meses después de que estos aldeanos pusieran su fe en Cristo, la policía interrumpió un servicio dominical y confiscó las dieciséis Biblias y los pocos himnarios. «Todavía no tienen permiso para usarlos», dijo la policía, explicando que devolverían las Biblias y los himnarios después de revisarlos para asegurarse de que fueran permisibles. No obstante, los creyentes no han vuelto a ver sus Biblias o himnarios desde que fueron confiscados. La policía también tomó los teléfonos celulares de los creyentes para evitar que pidieran ayuda y para que se sintieran más aislados.

Después de ordenarle a la iglesia que cesara todas las reuniones, la policía colocó un guardia frente a la iglesia casera para asegurarse de que los cristianos cumplieran con sus órdenes. La policía les dijo que si intentaban reunirse siquiera, su líder sería arrestado, los que vivían en la iglesia casera serían desalojados y el edificio sería demolido. Pero los nuevos creyentes no tenían miedo. De hecho, su fe se hizo aún más fuerte. Le respondieron a la policía diciendo: «Ya sea que nos permitan o no adorar a Dios, vamos a continuar adorando a Dios de todos modos».

Las autoridades de este país del sudeste asiático que se oponen a la fe cristiana persiguen a los nuevos creyentes, especialmente a los grupos tribales como los hmong, a través de hacer redadas en sus iglesias y amenazándolos. Si bien, las iglesias que han existido durante años a menudo las dejan en paz, este no es el caso de las nuevas iglesias o de los nuevos conversos cristianos.

Los obreros de campo de VOM dicen que cuando la policía se entera de nuevos conversos, se hacen amigos de ellos para descubrir quién les habló de Jesús. Luego van tras los evangelistas y los golpean, arrestan, multan y de alguna manera los persiguen para evitar que difundan el evangelio. En los últimos años, el gobierno ha enviado agentes encubiertos para observar las actividades de evangelización de los hmong. El gobierno ahora está presionando a miles de nuevos conversos para que abandonen el cristianismo y regresen a su religión tribal.

Los nuevos conversos han perdido sus hogares y tierras, han sido maltratados físicamente y obligados a gastar grandes cantidades de dinero en medicinas. Algunos que viven en aldeas que siguen una religión tribal les han quemado sus cosechas y les han matado a sus animales por negarse a darle la espalda a Jesús y regresar a su forma tradicional de adoración. VOM los ha ayudado a reconstruir las casas que han sido destruidas y ha pagado los gastos médicos.

«Los cristianos [de las aldeas] nos piden que oremos por ellos, para que se mantengan fuertes en su nueva fe», dijo un obrero de VOM. Ya se han impreso Biblias nuevas para estos creyentes y les serán entregadas pronto. A pesar de la persecución que enfrentan los nuevos creyentes en el sudeste asiático, «los hmong nos están suplicando […] que enviemos las Biblias que los nuevos creyentes necesitan», dijo un obrero de VOM.

Convertidos perseguidos del sudeste asiático piden Biblias nuevas
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