Ahn hizo todo lo que el gobierno norcoreano le exigió, incluso casi sacrificar su vida. Sin embargo, al final eso no fue suficiente.

Nacido en una familia norcoreana de clase alta, la devoción de Ahn por su país y por la dinastía Kim comenzó desde niño. Su padre era miembro de la unidad militar especial de Kim Jong II, un honor que implicaba responsabilidades y grandes privilegios.

“Casi todos mis familiares estaban relacionados con las fuerzas de seguridad o la policía – expresó Ahn, ahora de casi 40 años -. Desde niño, mis padres me enseñaron a ser fiel a la familia Kim”.

Mientras que cientos de miles de personas murieron durante un tiempo conocido como “La Ardua Marcha” de Corea del Norte a mediados de la década de 1990, la familia de Ahn no se vió afectada. “Cuando de niño salía a la calle, podía ver los cuerpos de las personas que habían muerto de hambre – relató -. Pero como yo pertenecía a una familia de clase alta, nunca pasé hambre”.

Con tales privilegios, lafamilia de Ahn veneraba a la familia Kim más que el norcoreano promedio, aunque todos los ciudadanos estaban obligados a adorar al “líder supremo” del país, al menos en apariencia.

Cuando era joven, Ahn fue reclutado para unirse al ejército norcoreano, y tras varios años de pruebas y entrenamiento, a la edad de 17 comenzó su servicio militar forzoso de 10 años. Expresó que su primera asignación en la “Sexta Unidad” de élite fue proteger uno de los yates de la familia Kim, y después de cinco años de servicio fue ascendido a un puesto de supervisión.

Una noche, mientras montaba guardia, se incendió el cuartel donde dormían diez de sus soldados. Pero su principal preocupación no fue la seguridad de los soldados que dormían, sino los amados retratos de Kim Il Sung y Kim Jong Il que colgaban de las paredes.

Los norcoreanos están obligados a exhibir retratos de la familia Kim en todas las oficinas, aulas y salas de estar. Los retratos, que se consideran sagrados, deben limpiarse diariamente de manera ritual. Los funcionarios del gobierno realizan inspecciones para asegurarse de que los retratos son tratados y exhibidos correctamente.

En situaciones de emergencia, los norcoreanos tienen el deber sagrado de salvar estos retratos, y quienes lo hacen, a menudo son alabados como héroes por los medios estatales y recompensados. Si los retratos en el cuartel se hubieran quemado, dijo Ahn, el incidente habría sido investigado. Y si hubieran determinado que él habría podido salvarlos, probablemente habría sido enviado a un campo de concentración. No tenía otra opción que salvar los retratos del fuego.

Gravemente quemado, Ahn pasó ocho meses en el hospital luchando por su vida. Sus manos y su cabeza sufrieron las quemaduras más graves, y hoy usa peluca para cubrir las cicatrices de su cabeza.

“Durante esos ocho meses, hubo innumerables ocasiones en las que posiblemente habría muerto —reveló—.

Tuve como 40 cirugías. Cuando me vi en el espejo caí en depresión. Pensé en suicidarme”.

Después de desertar a Corea del Sur, Ahn no quería saber nada de su país de origen. Ahora, acepta el llamado de Dios a compartir el Evangelio con los norcoreanos por todos los medios posibles.

Ahn no recibió recompensa por su acto heroico pues la nación se centró en el luto por la reciente muerte de Kim Jong Il. “En ese momento —dijo Ahn—, pensé que era injusto. Pero ahora, creo que fue la providencia de Dios”.

A cambio, el supervisor de Ahn le dio un certificado que le permitía dejar el ejército antes de completar los diez años de servicio requeridos. Pero tres meses después, un funcionario del gobierno llamó a Ahn exigiendo 300 dólares por el certificado.

Ahn discutió con el hombre por teléfono, diciéndole que él mismo debería haber recibido los 300 dólares como recompensa en lugar de tener que pagar un soborno.

“Después de esa llamada telefónica —comentó Ahn—, me sentí traicionado por las autoridades norcoreanas. En ese momento decidí huir de Corea del Norte”.

En 2014, Ahn y su hermana huyeron a China, donde vivieron un año antes de encontrar a alguien que los ayudara a mudarse a Corea del Sur. Creyendo que sería más seguro para ellos moverse por separado, Ahn cruzó la frontera primero. Pero antes de que su hermana pudiera irse, las autoridades chinas la arrestaron y la devolvieron a Corea del Norte, donde fue encarcelada.

Incapaz de ayudar a su hermana, Ahn se enfocó en establecerse en su nuevo país. Para los desertores norcoreanos, eso significa pasar seis meses en un centro de re asentamiento sometiéndose a una verificación de antecedentes y aprendiendo los conceptos básicos de la vida en Corea del Sur, un país muy diferente al suyo.

En el centro de re asentamiento, se anima a los norcoreanos a explorar diferentes religiones. Así que cada semana Ahn asistía a diferentes servicios de adoración, sobre todo, admite, por los calamares secos que ofrecían a los asistentes.

Pero también asistía a los servicios para conocer gente. Y después de explorar varias religiones, asistió a un servicio de adoración cristiano. “Al principio solo iba a la iglesia porque me sentía solo —señaló—, pero a través del servicio y el amor de la gente cristiana, sentí curiosidad por el Jesús en el que creían. A medida que aprendía más sobre Jesús, encontré a Jesús”.

Mientras se adaptaba a la vida en Corea del Sur, Ahn dijo que no quería recordar su país de origen; estaba muy lastimado. Luego, unos cuatro años después, supo que su hermana había sido liberada de prisión y que había muerto poco tiempo después. Ahn estaba devastado por la noticia, pero tuvo consuelo leyendo las Escrituras y asistiendo a la iglesia.

En 2019, comenzó a asistir a un programa de doce semanas en su iglesia llamado Escuela de Misiones de Corea del Norte. “Yo no quería pensar en Corea del Norte, pero cuando fui a este programa, reflexioné: ‘ah, Dios me está haciendo pensar otra vez en Corea del Norte’”.

En el programa de misiones, Ahn visitó un refugio en Tailandia donde desertores norcoreanos estudian la Biblia por tres meses y reciben diversas formas de atención. Allí conoció a una mujer con la que más tarde se casó, y también encontró un nuevo rumbo para su vida.

“Después de ir allá, recibí el llamado del Señor para ir al seminario”, dijo Ahn.

Mientras ha estado fuera de Corea del Norte, Ahn ha re evaluado su vida anterior desde la perspectiva de su nueva vida en Corea del Sur, y su nueva vida en Cristo.

Los norcoreanos deben exhibir retratos de la familia Kim en cada oficina, aula y sala de estar. Estos se consideran sagrados y deben ser tratados con mucho cuidado.

En Corea del Norte le habían enseñado que el cristianismo era malo. Recordaba haber visto una película del gobierno que presentaba a los misioneros cristianos como criminales que llegaban para corromper a la gente. “Los misioneros son vistos como espías estadounidenses [que] llegan a Corea con el pretexto de establecer infraestructura médica —explicó—. [Nos dijeron] que ellos se llevarían a los niños, sacarían sus órganos y los venderían”.

Ahn dijo que ahora entiende que la devoción de Corea del Norte a la familia Kim es un culto religioso. “Entonces no la veía como religión”, dijo. Sin embargo, después de asistir a la iglesia en Corea del Sur, vio cómo los rituales y creencias enseñados por el Gobierno de Corea del Norte intentaban imitar al cristianismo.

El Juche, la filosofía norcoreana de autosuficiencia que fundamenta tanto al Gobierno de la nación y a la forma de vivir, afirma que la familia Kim es divina, inmortal y digna de toda oración, alabanza, honor, poder y gloria.

Además, posiblemente debido a la fuerte historia del cristianismo en la región antes de la fundación de Corea del Norte en 1948, la ideología Juche incluso ha tratado de adoptar una especie de divinidad trina. Sin embargo, a diferencia de la unidad en la Trinidad del cristianismo ortodoxo, el Juche sostiene tres “dioses” separados, con Kim Il Sung como el padre; su primera esposa, Kim Jong Suk, en un papel secundario; y Kim Jong Il como el hijo.

Desde que decidió seguir a Cristo, Ahn continúa notando cómo el culto Juche ha tomado prestadas ciertas prácticas de la fe cristiana. Por ejemplo, orar por la mañana es común entre los cristianos en Corea del Sur, y algo similar se practica en el Juche.

“En Corea del Norte, teníamos exactamente lo mismo —relató—. No le llamábamos oración de la mañana, pero la gente va a las cinco de la mañana a las estatuas de Kim Il Sung o a los mosaicos, los limpian con un trapo húmedo y se inclinan ante ellos”.

Y mientras los cristianos se reúnen habitualmente para estudiar la Biblia, Ahn dijo que los norcoreanos se reúnen para estudiar los dichos de la familia Kim y se esfuerzan por vivir de acuerdo con sus enseñanzas.

“Así como en la iglesia ustedes tienen la Palabra de Dios —agregó—, nosotros teníamos la palabra de la familia Kim. Escribíamos en un bloc de notas: ‘El gran líder dijo…’, y debajo de eso debías escribir cómo violaste eso durante la semana pasada. Y tenías que analizar la razón por la que cometiste ese error. Luego hay que escribir el plan para evitar cometer el mismo error en el futuro”.

Mientras que la Biblia anima a los cristianos a confesar sus pecados unos a otros, los norcoreanos participan en reuniones de autocrítica. Y así como los cristianos ven los Diez Mandamientos como la ley de Dios, los norcoreanos siguen los “Diez Principios” del Juche.

“Si alguien quiere saber específicamente lo que significa ser fiel a la familia Kim, busque los Diez Principios —dijo Ahn—. Cuando alguien es aceptado como miembro del Partido Comunista, tiene que memorizar los Diez Principios. Yo tuve que memorizarlos”.

Este puente cruza la frontera entre China y Corea del Norte. 

Ahn continúa ministrando a los norcoreanos en los campamentos para desertores, entre otras formas. Recientemente, comenzó un grupo de oración para estudiantes que son inmigrantes norcoreanos de segunda generación.

Ahn también estudia teología en una universidad cristiana, y su esposa, que recientemente tuvo un bebé, estudia música cristiana. “Mi sueño es prepararme bien aquí a través de la Palabra de Dios, y luego, en el futuro, cuando ocurra la reunificación, predicar el Evangelio a las almas en Corea del Norte”, dijo Ahn.

Aunque trata de mantenerse en contacto con su madre y su hermano mayor, que aún viven en Corea del Norte, Ahn se enteró el año pasado que su madre fue encarcelada por diez meses por hablar por teléfono con él. Dijo que perdió casi 18 kilos mientras estuvo en prisión.

“Estuve en la Sexta Unidad [del ejército] —comentó—, significa que conozco muchos secretos de las autoridades norcoreanas. Como ya no pueden vengarse de mí, se están vengando con los miembros de mi familia”.

Ahn pide que oremos por su obra ministerial, por la continuidad de sus estudios y por la seguridad de su familia. También pide oración para que más norcoreanos lleguen a conocer a Cristo.

Quiere que los cristianos de Occidente recuerden que Dios ama a los norcoreanos, aunque estén dirigidos por un brutal dictador de culto. “Pueden olvidar toda mi historia si quieren — enfatizó—, pero no se olviden de la gente de Corea del Norte. Quiero que recuerden y oren por las almas de Corea del Norte, a las cuales Dios ama”.

Ahn estima que decenas de miles de cristianos norcoreanos están recluidos en campos de concentración para prisioneros políticos. “De acuerdo con nuestra forma de pensar, no pueden salir vivos de estos campos —dijo—. Pero tal vez Dios tiene alguna manera… para que puedan salir de los campos”.

Él menciona que espera el día en que las dos Coreas se reúnan como un solo país. Muchos en ambos lados de la zona desmilitarizada (DMZ) anhelan la reunificación, especialmente los coreanos mayores que fueron separados de sus seres queridos cuando Kim Il Sung fundó Corea del Norte. Ahn dijo que cree que la reunificación conduciría a un florecimiento del Evangelio, y algunos de sus familiares recibirían las Buenas Nuevas.

Sin embargo, hasta que el norte y el sur vuelvan a ser una sola nación, Ahn y muchos otros continuarán proclamando el Evangelio a los norcoreanos por todos los medios posibles. 

Ahn sufrió quemaduras en las manos y otras partes del cuerpo al salvar los retratos de la familia Kim de su cuartel en llamas.

Saliendo de las llamas
Categorías: Historia, Oración