Cheryl Beckett estaba entusiasmada con la oportunidad de acompañar a un equipo médico en un viaje de servicio a varias remotas aldeas afganas. Durante sus casi seis años de vida allí, había viajado a varios lugares fuera de Kabul, pero este nuevo viaje la llevó a una zona que nunca había visitado; un área que aparecía en una de sus historias favoritas de Rudyard Kipling, El hombre que quiso ser rey. Sabía en su corazón que sería una experiencia memorable y transformadora, aunque también podría suponer algún peligro. Ciertamente, la obrera humanitaria de treinta y dos años nunca podría haber previsto que sería su última aventura en la Tierra y el comienzo de su aventura eterna en el Cielo.

Hasta cierto punto, vivir en Afganistán siempre conllevaba la posibilidad de peligro; sin embargo, Beckett había sentido un llamado del Señor para servir allí dirigiendo proyectos de desarrollo comunitario. Principalmente, les enseñaba a los aldeanos a proveerse de alimentos por sí mismos a través de la jardinería nutricional, y también trabajaba en clínicas de mujeres, donde les enseñaba a madres e hijos cómo mantenerse saludables a través de sus propios medios. Cada vez que surgía la oportunidad, hablaba sobre su fe en Jesucristo. Este nuevo viaje con International Assistance Missions la llevaría a la provincia de Nuristán, que significa ‘tierra de luz’. Al proporcionar atención dental, oftalmológica y prenatal básica a las aldeas de la zona, Beckett y sus compañeros de equipo llevarían la Luz de Vida al pueblo afgano. Además de eso, Beckett esperaba entretener a los niños que conociera allí haciéndoles globos con formas de animales. Para ella, era una experiencia que valía la pena el riesgo del peligro físico. Como una vez le dijo a una amiga: «Quiero caminar en fe en este lugar. No se nos promete seguridad […] pero sé que también habrá belleza y fruto debido a nuestro andar en obediencia a Dios».

Beckett y sus compañeros de equipo viajaron a una localidad lejana en el norte de Afganistán, principalmente a pie, a veces teniendo que cruzar terrenos muy accidentados que incluían altas montañas y ríos desbordados por la lluvia. Día tras día, ministraban a los aldeanos que se encontraban, muchos de los cuales padecían problemas de salud. Hablaban con la gente y la consolaban, demostrando, con su bondad y con su servicio, el amor de Jesús. Después de tres semanas, el equipo empacó para volver a Kabul. Mientras iban de camino por las montañas con la guardia baja, de repente, fueron sorprendidos por un grupo de insurgentes talibanes armados. Los rodearon, los hicieron marchar hacia el bosque y los mataron a balazos uno por uno, mientras esperaban en una fila. La acusación de los talibanes contra el equipo de ayuda fue que eran espías que trataban de difundir el cristianismo.

Jesús dijo en cierta ocasión: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lucas 9:23). Los diez mártires encarnaron este mandato hasta la muerte. Todos habían dejado negocios exitosos o a familiares y a amigos en sus países de origen para servir como obreros de ayuda humanitaria para Cristo. Cada uno de los miembros aportó los servicios necesarios y sus habilidades únicas, que hicieron que todo el equipo trabajara eficientemente como uno solo. Sirvieron a los demás tanto como se sirvieron entre sí.

Tom Little, de sesenta y un años, era el líder del grupo. Se había desempeñado como optometrista en Afganistán desde la década de los setenta con su esposa, brindando atención oftalmológica a cualquierpersona que lo necesitara, incluso a los soldados talibanes. Sus tres hijas se criaron en Afganistán.

Otro obrero humanitario veterano que llegó a Afganistán en los años setenta era Dan Terry, de sesenta y cuatro años. Trabajaba con Global Ministries, y era considerado un pacificador apasionado por los pobres y los marginados. Le interesaban profundamente los idiomas y la cultura de Afganistán.

El Dr. Thomas L. Grams, en 2007, dejó un consultorio dental exitoso en Colorado para servir con Global Dental Relief. Su servicio lo había llevado no solo a Afganistán, sino también a varias aldeas aisladas en el Monte Everest, donde tenía que llevar su equipo dental en yak.

La Dra. Karen Woo, una británica, había prestado servicios en Sudáfrica, Australia, Papúa Nueva Guinea y Trinidad y Tobago. Finalmente, después de haber visitado a una amiga en Kabul, dejó su trabajo como cirujana con un salario de seis cifras para mudarse allí permanentemente. Participaba en la recaudación de fondos para organizaciones benéficas y esperaba con el tiempo promover los derechos de la mujer en Afganistán.

Daniela Beyer, una tímida alemana que valoraba mucho su fe, era hija de un ministro. Trabajaba en la traducción de libros de texto a los idiomas afganos.

Glen D. Lapp era una enfermera de Pensilvania que se especializaba en cuidado ocular, y esperaba representar a Cristo en su vocación mientras servía en Afganistán.

Brian Carderelli, uno de los más jóvenes del grupo (tenía veinticinco años), era un videógrafo de Virginia. Vio la belleza del pueblo afgano y de su país, y tenía una pasión por capturarla en películas y por compartirla con el mundo. Solía decir: «No todo es guerra».

Dos miembros afganos del equipo —el cocinero y el conductor—, quienes habían ido para apoyar la labor de ayuda, también fueron asesinados.

Durante Su vida en la Tierra, Jesús proveyó no solo para las necesidades espirituales de las personas, sino también para sus necesidades físicas. Alimentó a muchos miles que tenían hambre después de haber pasado todo el día sentados en la ladera de una colina escuchándolo predicar. A los ciegos les dio la vista, y, a los que no podían caminar ni ponerse de pie, les fortaleció las piernas y les dio la capacidad de andar. 

Durante Su última comida terrenal, se arrodilló ante Sus discípulos de una manera humilde y lavó sus pies ásperos y sucios, mientras les decía que debían seguir Su ejemplo de amor y servicio de manera similar.

Eso fue justo lo que Cheryl Beckett y sus compañeros del equipo de International Assistance Missions hicieron cuando arriesgaron sus vidas para brindar atención médica en esas aldeas rurales remotas de Afganistán. Conocer a Cristo y darlo a conocer a través del servicio en amor fue lo que impulsó a este grupo de mártires, y es por lo que son recordados.

Historias de mártires cristianos: Cheryl Beckett
Categorías: Historia