INFIEL, CONTRABANDISTA, PASTOR Cómo un encuentro con la Biblia transformó a un kurdo iraquí militante en un evangelista apasionado Nemrut, de diecisiete años, devoraba libros. Siempre estaba buscando algo nuevo para leer, pero había pocos libros disponibles en kurdo en su polvorienta ciudad iraquí. Un día vio algo nuevo en una librería local: una traducción al kurdo del Evangelio de Lucas. No estaba seguro de qué era, pero quedó intrigado. Cuando preguntó sobre el libro, se sintió decepcionado de saber que el dueño de la librería no se separaría de él porque era su único ejemplar. Decidido a leer el libro, Nemrut hizo un trato con el propietario: le pagaría una tarifa de préstamo para poder pedir prestado el libro y devolverlo cuando terminara. Leyó hasta las 4 a.m. de la mañana siguiente. «Así fue cómo comencé a amar a Jesús», dijo. El Evangelio de Lucas había plantado una semilla, pero Nemrut todavía tenía mucho que aprender. Si bien no estaba particularmente comprometido con el islam, Nemrut había nacido en una familia musulmana. Al igual que muchos kurdos, mantuvo esa fe a la ligera, sintiendo más lealtad a la familia y a la tribu que a la religión. Ferviente por una

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Hani fue apresado por ISIS debido a su herencia cristiana. Pero fue hasta después de su fuga que conoció a Jesús. Cuando los miembros del autoproclamado Estado Islámico (ISIS) rompieron con ansias el ayuno de Ramadán por ese día y acometieron grandes platos redondos de arroz, Hani, su hermano y varios otros prisioneros comenzaron a correr. Corrieron tan fuerte como pudieron con la esperanza de llegar a unas colinas cercanas para encontrar refugio mientras sus captores comían. Una vez que llegaron a las colinas, llamaron a sus familias por un teléfono que uno de los prisioneros había logrado ocultar. «¡Dile a los Peshmerga que no disparen! —instaron—. Somos siete». Sus familias alertaron a los Peshmerga, la milicia kurda que protegía a la ciudad de Bajdida de los invasores del ISIS. Hani y los demás conocían bien el terreno, y pronto estaban cruzando las líneas Peshmerga hacia los brazos de sus familias que los esperaban. Su terrible experiencia de 26 días había terminado. Secuestrado por ISIS Hani era un orgulloso ciudadano de Bajdida, una ciudad cristiana a unos 32 kilómetros (20 millas) de Mosul, la segunda ciudad más grande de Iraq. Los 50 000 cristianos caldeos de Bajdida todavía hablan siríaco, un

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Cuando se le preguntó por qué oraba, Myriam Behnam, de 11 años, respondió rápidamente: «Cuando oro, le pido que Dios pueda ayudarnos a regresar a casa —dijo—, y para que la paz de Dios pueda venir sobre todo Iraq. Y también, que Dios perdone a ISIS». Myriam, su hermana de 10 años, Zamarod, y sus padres, Walid y Alice, huyeron de su hogar cerca de Mosul, Iraq, hace más de un año cuando el autoproclamado Estado Islámico (ISIS) obtuvo el control de Mosul y las llanuras de Nínive. Desde entonces, la familia ha vivido en la región septentrional del Kurdistán junto con más de 1 millón de otros iraquíes desplazados. La vida no es fácil en el campo de refugiados, pero Myriam no alberga ninguna amargura. «Solo le pediré a Dios que perdone [a ISIS] —dijo en una entrevista de marzo de 2015 con SAT-7 TV—. ¿Por qué deberían ser asesinados?». El sorprendente perdón de Myriam a ISIS llegó a millones después de ser transmitido en la estación cristiana de televisión por satélite. Aunque es difícil saber cuántas personas vieron la entrevista en SAT-7, sus cinco canales llegan a una audiencia de 15 millones de personas en el norte de

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La tarde del 20 de agosto de 2014, Abu Fadi recibió una llamada urgente de su madre. «Abu, ven por mí», clamó desde la ciudad iraquí de Mosul. Antes de que él pudiera responder, un combatiente del Estado Islámico (ISIS) le arrebató el teléfono a la señora y le pidió a Abu que confirmara que era su hijo. —Sí, soy su hijo —respondió Abu—. ¿Cuál es el problema? —Hoy ven y llévate a tu madre y a tu hermana —dijo el combatiente—. Si no vienes hoy, las echaremos a la calle. O son musulmanas o las dejamos en la calle. Simplemente ven y llévatelas. El combatiente de ISIS tomó todo el dinero y las pertenencias de la familia, cerró su casa y pintó la letra árabe «N» en la casa que indica nassarah o ‘cristiano’. Como Abu sabía que no podía entrar en Mosul como cristiano, le pidió a un amigo musulmán que trajera a su anciana madre y a su hermana, ambas en sillas de ruedas, a su ciudad cercana, que recientemente había quedado bajo el control de ISIS. Una vez allí, las dos mujeres se reunieron con Abu y su esposa y viajaron hacia Bashiqa en el norte.

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