A finales de febrero de 2015, combatientes del autoproclamado Estado Islámico avanzaron en una región históricamente cristiana en el noreste de Siria, y expulsaron a los cristianos de una docena de aldeas.

Raman, un cristiano asirio, y el resto de las 130 familias de su aldea sabían que el ataque se avecinaba. Durante la primera parte de la guerra, el área había estado bajo control kurdo. A medida que avanzaba la guerra, el Estado Islámico avanzó y estableció un campamento a solo dos millas o tres kilómetros de la aldea. Ambas partes buscaban la ubicación estratégica de la aldea ubicada en la cima de una montaña.

Durante varias semanas antes, los combatientes del Estado Islámico habían estado comprando verduras en el pueblo semanalmente. Los yihadistas les advirtieron a los aldeanos que se fueran ya que habría una batalla. Los hombres enviaron a sus esposas e hijos lejos para su protección, y se prepararon para defender el pueblo.

Luego, un viernes por la mañana, unos soldados del Estado Islámico aparecieron en la histórica iglesia asiria que había estado en pie durante siglos. Les dijeron a los cristianos: «Somos una nación islámica. Remuevan la cruz de su iglesia».

Al día siguiente, regresaron con dos camiones llenos de hombres con armas y amenazaron al sacerdote: «Si se rehusa, le cortaremos el cuello».

«Obedecimos —dijo Raman—. Removimos todas las cruces del cementerio, de la iglesia, así como las imágenes cristianas de las casas. No queríamos darle al Estado Islámico ninguna razón para atacar».

El ataque llegó dos días después, con gritos que hacen helar la sangre de: «¡Allahu Akbar![¡Dios es grande!]». Aunque Raman y los demás se habían quedado para pelear, fueron superados y asustados por el ataque sorpresa. Raman podía ver incendios y explosiones por todos lados, y vio a los combatientes del Estado Islámico prenderle fuego a la iglesia.

Raman huyó cargando cuesta abajo a un amigo herido. «Corrí tan rápido que mis piernas tocaban mi espalda», dijo.

Raman más tarde se enteró de que su aldea había sido destruida por completo esa noche.

Millones de sirios huyen

Después de perder su hogar y todas sus pertenencias, Raman, su esposa Simta y sus tres hijas se convirtieron en refugiados en Líbano, uniéndose a los casi dos millones de refugiados que ya agotan los recursos del país de cuatro millones. La enorme afluencia de personas que necesitan alimentos, refugio, trabajo y atención médica está afectando todos los aspectos de la vida en Líbano. Los precios de los alimentos y el alquiler han aumentado, y la seguridad es estricta. En octubre, Líbano cerró sus fronteras a los refugiados sirios, porque era incapaz de atender a los que ya estaban allí.

Sin embargo, los recién llegados les han brindado a los creyentes en Líbano innumerables oportunidades para ministrar y dar testimonio a muchos musulmanes sirios que también han huido de la violencia. Las iglesias tienen programas de alimentación y escuelas de acogida para los niños. Los obreros cristianos viajan regularmente para entregar ayuda y brindar aliento a los refugiados. Todos los socios de VOM que trabajan en Líbano ahora están involucrados en la ministración a los refugiados sirios. Estos obreros están reportando una nueva apertura a Cristo entre los refugiados.

Un obrero de VOM dijo que las dificultades también han inspirado la unidad entre los cristianos. «Las iglesias libanesas que antes ni siquiera hubieran considerado acercarse a los sirios ahora los acogen en sus iglesias; algunas iglesias han más que duplicado su número a medida que los sirios se han unido a las congregaciones».

Ron y Nadia, dos evangelistas que han trabajado con VOM durante años, se habían enfocado anteriormente en alcanzar a los sirios desde Líbano. Descubrieron que los sirios están a su puerta, ya que los refugiados llenan su barrio. Mientras la pareja evangelista visitaba a las familias de refugiados y distribuía artículos de socorro, se reunieron con Raman y Simta, que habían llegado al país ocho semanas antes.

De inmediato notaron que Marina, de 12 años, sufría una quemadura grave. Accidentalmente, se echó el agua caliente del hervidor en las piernas en el estrecho espacio de su apartamento. Sin trabajo y sin ayuda externa, Raman y Simta no podían pagar la atención médica para la quemadura. Los evangelistas de inmediato llevaron a la niña a la sala de emergencias, y tenían planeado pagar la cuenta ellos mismos.

«Encontramos a un médico con un corazón misericordioso —dijo Ron—. Cuando el médico se enteró de que era una refugiada y que se quemó mientras ayudaba a su madre a preparar un café, el médico decidió reducir su tarifa. Y estuvo abierto a una pequeña conversación [sobre Cristo] mientras trataba a Marina».

Durante la semana siguiente, fueron a ver cómo estaba la familia, que fue tocada por el amor de la pareja. En cuestión de semanas, Raman y Simta decidieron que no era suficiente haber nacido con una herencia cristiana. Querían una relación con Jesús.

Ron y Nadia visitan la casa con frecuencia para hablar sobre la fe y estudiar la Biblia. Aunque la familia de Raman lo perdió todo, saben que han ganado mucho más al conocer a Cristo.

Combatientes del Estado Islámico destruyen aldeas cristianas asirias y queman iglesias
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