Habiendo sufrido profundas heridas por años de palizas por parte de su esposo musulmán, una mujer egipcia ahora se regocija en el amor de Dios y en la cruz de Cristo.

Emaan era apasionadamente devota del islam. “Solía amar a Mahoma —dijo—. Mi corazón deseaba haber vivido en la antigüedad y haber sido escogida para ser una de sus esposas”. Realizó seis peregrinaciones a principios de la década del 2000, viajando desde su casa en Egipto hacia los lugares más sagrados del islam. “En la mezquita en Medina, la ‘Mezquita del Profeta’, nunca daría la espalda”, recordó sobre un hajj, un viaje religioso a Arabia Saudita que los musulmanes deben hacer al menos una vez.

Como ferviente seguidora de la fe, Emaan fue mucho más allá de lo requerido por el islam “Cuando me marchaba —explicó— miraba [la mezquita] de frente y caminaba hacia atrás para mostrar respeto”.

Pero con el tiempo, Emaan optó por alejarse del islam. Cuando supo que Aisha, la última esposa de Mahoma, tenía 9 años en el momento de su matrimonio, esto sacudió su fe. A medida que su propia hija se acercaba a esa edad, Emaan se impresionaba por lo inapropiado que era que el fundador del islam tomara una niña como esposa. 

“Eso activó un profundo deseo en mi corazón de dudar de su personalidad y su carácter, y buscar quién era realmente —dijo—. No podía aceptar eso de una persona normal, y mucho menos de un profeta, de un maestro. Para mí era aborrecible”.

Cuando Emaan compartió sus preocupaciones con su esposo, él se sorprendió por su escepticismo y le advirtió contra la blasfemia. Aun así, Emaan siguió buscando respuestas, con la esperanza de resolver la tensión en su corazón.

Una mañana temprano, Emaan soñó que una mujer la guiaba a un hombre cuyo rostro irradiaba luz. La figura resplandeciente sostenía un libro en un idioma que no reconocía, pero de alguna manera podía entenderlo. Titulado “Los nombres de Dios”, el libro enumeraba muchos de los atributos de Dios. Y mientras miraba las palabras, todos los nombres se fundieron en uno solo: YO SOY.

Emaan compartió el sueño con su esposo, pero él le dijo que eso era satánico.

Entonces, un día, Emaan y su esposo instalaron una nueva antena para televisión satelital. Mientras que los técnicos musulmanes suelen filtrar los canales cristianos, este no lo hizo.

Emaan comenzó a ver programas cristianos en árabe y comenzó a obtener las respuestas que había estado buscando. Tras conseguir una copia de la Biblia, pasó los siguientes cuatro años comparando el cristianismo con el islam. Con el tiempo, rechazó el islam y puso su fe en Cristo.

Cuando el esposo de Emaan se enteró de su fe cristiana, explotó en ira. “Se convirtió en una bestia, una bestia salvaje —dijo—. Él solía hacerme daño y golpearme, y cuando se cansaba, pedía a sus padres que enviaran gente para que viniera a hacerme daño”.

El esposo de Emaan a veces la encerraba en una habitación durante días, separándola de sus hijos pequeños que lloraban. Y la golpeaba con artículos domésticos, incluyendo un gran reproductor de video que le rompió en la cabeza. Las golpizas, que continuaron por años, estuvieron a punto de matarla en varias ocasiones.

Emaan soportó el brutal abuso, pero le causó profundas heridas físicas y emocionales. Cuando finalmente solicitó el divorcio, los funcionarios del gobierno inicialmente fallaron en su contra porque era considerada una apóstata por abandonar el islam. Pero el divorcio finalmente fue aprobado y obtuvo la custodia de sus hijos, a pesar de que sus propios padres habían testificado en su contra debido a su fe cristiana.

Después del divorcio, Emaan comenzó a asistir a un estudio bíblico, allí conoció a un hombre llamado Abasi que también era un cristiano convertido del islam. Su familia había intentado matarlo con un gran cuchillo para sacrificar animales.

Más tarde, Emaan y Abasi se casaron y se mudaron a una ciudad cerca del Mar Rojo, donde comenzaron a reconstruir sus vidas. Emaan trabajaba como estilista, y Abasi dirigía una tienda de ropa.

Aunque Emaan y Abasi se habían bautizado como cristianos, sus tarjetas de identificación oficiales todavía los clasificaban como musulmanes. En Egipto, los cristianos convertidos del islam no pueden obtener nuevas tarjetas de identificación del gobierno, por lo que Emaan, su esposo e hijos eran vistos con mucha desconfianza por algunos miembros de la comunidad cristiana tradicional que dudaban de la sinceridad de sus conversiones.

Para evitar ser acusados de hacer proselitismo entre los musulmanes, muchos cristianos tradicionales prohíben la entrada de personas a sus iglesias a menos que tengan una tarjeta de identificación cristiana o un tatuaje de una cruz ortodoxa. Los tatuajes se ven comúnmente en las manos y muñecas de los cristianos coptos en Egipto.

Emaan y Abasi se comprometieron a asistir a la iglesia a pesar de ser hostigados y a veces agredidos físicamente por musulmanes locales y algunos de la comunidad cristiana tradicional.

“Quería que mis hijos vivieran la vida cristiana y crecieran en la iglesia —dijo Emaan—. A pesar de que estaban en peligro, quería que asistieran todos los domingos”.

Cuando se corrió la voz de que estos “musulmanes” que decían ser cristianos asistían a la iglesia, alguien grabó en secreto un video de ellos recibiendo la comunión y lo publicó en línea.

Después de eso, los musulmanes dejaron de acudir con Emaan para sus servicios de peluquería y advirtieron a otros que se alejaran de la tienda de ropa de su esposo. Se vieron obligados a reubicar sus negocios repetidamente cuando un propietario tras otro revocó sus contratos de arrendamiento, y el negocio de Abasi pronto fracasó.

En un momento dado, la policía arrestó a Emaan y Abasi, después de que los musulmanes se quejaran de su conversión a Cristo. Y las autoridades detuvieron a Abasi durante tres días, incluso amenazándolo de muerte.

Sus hijos también enfrentaron persecución. Nermeen, su hija adolescente, fue obligada a usar un hiyab mientras asistía a la escuela. Ella y su hermano eran objeto de burlas, fueron acosados y a veces golpeados en la escuela y en su vecindario.

Emaan finalmente sacó a su hijo de la escuela y lo envió a un monasterio por un año. Y cuando su hija fue secuestrada, llegaron a su punto de quiebre.

Varios estudiantes musulmanes secuestraron a Nermeen y la llevaron a una zona remota. La golpearon y trataron de que se retractara de su fe cristiana, pero ella se negó. “Ella dijo que era cristiana —recordó Emaan—, luego perdió el conocimiento, por lo que pensaron que había muerto”.

Cuando Nermeen recobró la conciencia, estaba sola en el desierto. Afortunadamente, un autobús turístico que pasaba por allí la recogió.

Después del secuestro de Nermeen, Emaan y Abasi decidieron abandonar el país. Fueron al aeropuerto confiando en que el Señor les proporcionaría una manera de salir.

La Iglesia Ortodoxa Copta les había proporcionado una carta declarando que habían sido perseguidos y que debían abandonar Egipto por su seguridad, pero el gobierno no les ayudó y no tenían visas de viaje. Cuando un funcionario de inmigración en el aeropuerto les preguntó por qué salían del país, su hijo menor comenzó a gritar incontrolablemente. Al parecer, el berrinche del niño fue tan irritante que el funcionario finalmente los dejó pasar. “Eso nunca sucede —dijo Emaan—. Fue un milagro”.

La familia se instaló en el Líbano, donde llegaron con poco dinero, sin amigos ni contactos. Pero pronto encontraron una iglesia activa que les ayudó proveyéndoles y conectándolos con el cuerpo global de Cristo para obtener apoyo adicional.

Emaan maduró como cristiana en la nueva iglesia, y poco a poco perdonó a los que la habían maltratado, especialmente a los atrapados en el islam.

Emaan y su familia tienen pocas posesiones terrenales, pero ella permanece gozosa a pesar de su difícil situación financiera. “Estamos satisfechos [en Cristo] —dijo—. Estamos contentos sin tener nada. Nuestra vida con Cristo es tan hermosa”.

Emaan y Abasi lideran varios grupos pequeños ministrando musulmanes, a quienes ahora ve con compasión. “Era una vida muy dura, muy seca, como la muerte —dijo sobre sus anteriores creencias islámicas—. Si lo tienes todo, pero no tienes la bendición [de Cristo], no puedes ser una bendición para quienes están en tinieblas”.

Habiendo escapado de la oscuridad, hoy Emaan está decidida a mostrar la luz de Cristo a sus vecinos musulmanes.

Avanzando hacia la Luz
Categorías: Historia, Oración