Abandonando un lugar de odio
Nigeria
Obligada a huir de Nigeria tras el asesinato de su esposo, una viuda cristiana regresa a Níger decidida a criar a sus hijos según la Palabra de Dios.
Cuando el esposo de Rahila, Abdullahi, se convirtió en seguidor de Cristo, se enfurecido hermano, que practicaba la brujería, tomó medidas para detenerlo.
En diciembre de 2009, Rahila y su esposo, Abdullahi, llevaron a su familia de ocho miembros a casi 805 km al sur, de Níger a Nigeria. El padre de Abdullahi había vivido en el estado de Kaduna, Nigeria, hasta su reciente muerte, y Abdullahi quería seguir trabajando la tierra de su padre.
“Debido a que crecí aquí [en Níger], mudarme a Nigeria fue difícil —dijo Rahila—. Lo hice porque él era mi esposo y tenemos hijos, así que no hay problema”.
Cuando el hermano mayor de Abdullahi, Umaru, supo del regreso de Abdullahi a Nigeria, fue a visitar a su hermano. Pero no fue un feliz reencuentro; Umaru se enojó cuando se enteró que Abdullahi y su familia se habían convertido al cristianismo. Como musulmán, Umaru no podía tolerar que su hermano menor asistiera a la iglesia cinco días a la semana.
“Su hermano mayor salía cada vez que íbamos [a la iglesia] e insultaba a toda la familia porque estábamos yendo a Jesús”, recordó Rahila.
El odio de Umaru hacia su hermano cristiano continuó creciendo durante los siguientes diez años.
Viviendo con miedo
Abdullahi y Rahila se sentían cada vez más inseguros cerca de Umaru, quien visitaba la granja con frecuencia. Rahila encontró especialmente inquietante su práctica del islam popular mezclado con brujería, Umaru creía que podía invocar a los espíritus para maldecir a otros con enfermedades o incluso la muerte.
“Descubrí que este hombre no tenía temor de Dios —dijo Rahila— y alguien así haría cualquier cosa”.
Abdullahi alguna vez practicó el mismo islam popular sincrético practicado por su hermano. Pero al dejar Nigeria para trabajar en Níger, escuchó el Evangelio y comenzó a ir a la iglesia, donde conoció a Rahila.
A medida que Abdullahi y su familia continuaban asistiendo a la iglesia en Nigeria, los insultos y maldiciones de Umaru se volvieron más preocupantes. Un día, Umaru escribió algunos versículos del Corán que pedían el juicio de Alá y luego enterró los pedazos de papel en el suelo, con la intención de maldecir la tierra que Abdullahi cultivaba.
“Él creía en la Palabra de Dios y siempre estaba leyéndola y animándonos a leer y a orar más”.
Cuando nada sucedió, Umaru impugnó el reclamo legal de su hermano sobre la tierra de su padre debido a la fe cristiana de Abdullahi. Y cuando Umaru se enteró de que Abdullahi había hablado con las autoridades locales sobre su derecho a la tierra, le dijo a su hermano menor que lo mataría por intentar tomar lo que le pertenecía.
Una noche de septiembre de 2019, la noche previa a que fueran citados a oír la sentencia sobre los derechos sobre la tierra, Abdullahi y su familia estaban reunidos alrededor de una fogata en la granja. Cerca de las ocho de la noche, Umaru se acercó al fuego y sacó de su bolsillo una pequeña bolsa. Luego tomó una pizca de polvo de la bolsa, lo arrojó al fuego y retrocedió inmediatamente.
Aún de pie junto a las llamas, Abdullahi inhaló una bocanada del humo provocado por el polvo y de repente cayó al suelo. Entonces Umaru sacó otra bolsa, que se pensó era un antídoto contra el polvo venenoso que acababa de usar y miró a su hermano mientras luchaba por respirar.
“Sabes lo que te pasó —le dijo Umaru a Abdullahi—. Yo puedo sanarte”.
Sin embargo, en lugar de pedir la ayuda de su hermano, Abdullahi dijo: “Perdono todo lo que has hecho”.
Temiendo por la vida de Abdullahi, Rahila y sus hijos se arrodillaron a su lado y oraron. Luego Rahila le suplicó a Umaru que salvara la vida de su esposo, pero en lugar de ayudar a su hermano, Umaru desafió a Rahila a curarlo ella misma. “Si eres capaz de sanarlo, hazlo”, le dijo.
Rahila corrió por el pueblo, pidiendo frenéticamente a la gente que la ayudara a llevar a su esposo al hospital. Cuando regresó, Umaru dijo: “Nadie debería venir; ya está muerto. No hay nada que hacer”.
Mientras Rahila y sus hijos permanecían cerca del cuerpo de Abdullahi, llorando y abrumados por el dolor, Umaru hizo una última amenaza. “Ya ves, el tronco del árbol ha muerto, ahora cortaré las ramas una tras otra”.
Regresando a casa
Temiendo que Umaru fuera tras sus hijos, Rahila buscó una forma de escapar. Después de contarle su historia a una mujer cristiana de Níger que estaba en Nigeria por negocios, la mujer pagó para que un taxi llevara a Rahila y a sus hijos de regreso a Níger.
Umaru nunca fue acusado de asesinato, y a nadie en la aldea pareció importarle que Abdullahi hubiera muerto. En su sufrimiento y pérdida, Rahila decidió entregar todo a Dios. “Perdoné [a Umaru] antes de irme”, dijo.
Rahila ahora vive con su padre y su esposa, con quien se casó después de la muerte de la madre de Rahila.
Rahila y sus hijos han recibido ayuda no solo del padre de Rahila, sino también de los vecinos y de la familia de su iglesia local.
Además, obreros de la primera línea ministerial ayudan a Rahila con los gastos de manutención, las cuotas escolares de sus hijos y la formación profesional. “Es realmente por la gracia de Dios”, dijo Rahila sobre el apoyo que ha recibido.

Rahila recuerda a Abdullahi como un padre amoroso que dio todo lo que tenía a sus hijos. Ella dijo que cada vez que enfrentaban desafíos en la vida, él les decía que se animaran y confiaran en que Dios todavía tenía el control.
“Él creía en la Palabra de Dios y siempre estaba leyéndola y animándonos a leer y a orar más”, recordó.
Hoy en día, Rahila continúa compartiendo su amor por la Palabra de Dios con sus hijos. “La gente debe seguir orando por la fe de estos niños y por la mía —dijo— para que podamos seguir creciendo en la fe”.