Un millón de Biblias, NO SON SUFICIENTES.
Cuba

“Los cubanos encuentran esperanza eterna al encontrarse con la Palabra de Dios en su nación comunista atea”.
“A la gente le emociona recibir Biblias. En este punto, lo único que necesito son más Biblias. Si me preguntan cuántas Biblias necesito, les diría que un millón, [pero] ni siquiera un millón de Biblias son suficientes”.
Gabriel (nombre ficticio) está en constante movimiento. Además de dirigir una iglesia en Cuba y compartir el Evangelio en cada oportunidad, es un prolífico plantador de iglesias y distribuidor de Biblias. También entrena a líderes cristianos en toda la nación insular de unos 11 millones de habitantes para que alcancen a sus comunidades para Cristo, algo a lo que se opone firmemente el gobierno comunista que ha controlado Cuba desde la década de 1950. Gabriel toma en serio el mandato de Jesús de “ir”. Él y sus colaboradores visitan comunidades no alcanzadas, encuentran “personas de paz” —aquellas dispuestas a invitarlos a su casa – y les piden que reúnan a familiares y amigos para hablar con ellos acerca de la Biblia. Gabriel nunca sabe qué clase de personas llegarán para escuchar la Palabra de Dios.
“En una casa donde hay brujas —dijo—, donde estás leyendo la Biblia y a tu lado hay un ídolo, … no son cristianos, pero te dejan entrar porque Dios está obrando en ellos. En sus [propios] hogares, con su comunidad, su red de amigos y familiares, esa es la luz en la oscuridad, la iglesia en el mundo”.
El objetivo de su ministerio, dijo Gabriel, es llevar la Palabra de Dios a las personas y hacer que sean confrontadas por ella. En lugar de solo enseñar los mandamientos de Dios, se centran en la enseñanza de Jesús sobre obedecer los mandamientos.
“Una de las preguntas que hacemos al predicar es: ‘¿Qué harás para obedecer?’ o ‘Qué dejarás de hacer y qué comenzarás a hacer?’. Es increíble ver cómo cambia la gente”.
En sus 20 años de ministrar el evangelio en Cuba, donde la mayoría de las personas son ateas y muchas se involucran en prácticas supersticiosas y espiritistas, Gabriel ha visto vidas transformadas día tras día y año tras año, a través de encuentros con la Palabra de Dios.
“Aquí no hay esperanza —expresó— refiriéndose a las dificultades económicas y a las políticas ateas del gobierno comunista que han dejado a muchas personas en la indigencia, sin trabajo ni recursos. Dijo que muchos cubanos, al carecer de motivación y no ver futuro en Cuba, fijan sus esperanzas en abandonar el país.
“En este contexto —agregó— nosotros… les decimos que hay esperanza en Dios, que hay salvación en Dios”. Distribuir la Biblia es una forma de alimentar esa esperanza, y Gabriel recuerda bien lo transformadora que puede ser.

Aunque la mayoría de los cubanos son ateos o siguen prácticas supersticiosas y espiritistas, Gabriel ha visto muchas vidas transformadas gracias a los encuentros con la Palabra de Dios.
Invocando a Jesús
Como un niño que creció en el campo, lejos de un hospital o incluso de un médico local, Gabriel entendía la desesperanza. Afligido con asma severa desde los 5 años, yacía en la pequeña casa con piso de tierra que compartía con su madre y sus abuelos, luchando por respirar. “Todos en el vecindario pensaron que iba a morir”, dijo.
Su abuela estaba inmersa en el espiritismo y el ocultismo, al igual que muchos de sus vecinos, pero uno de sus familiares había llegado a la fe en Cristo. Mucho antes de que Gabriel naciera, este pariente le había enseñado a la madre de Gabriel sobre la fe cristiana y le dijo que le pidiera ayuda a Jesucristo si alguna vez la necesitaba.
“Una noche, cuando me estaba muriendo de asma, mi mamá levantó las manos al cielo y dijo: ‘¡Jesucristo, ayúdanos!’” —recordó Gabriel—. La presencia de Dios vino a nuestra habitación… y empecé a sentir alivio”. Esto ocurrió noche tras noche, y seis meses después comenzaron a asistir a una iglesia que encontraron a unos pocos kilómetros de distancia.
Gabriel ahora considera natural que creciera apasionado por Dios después de experimentar Su poder. “Imagínate un Dios que te sana todas las noches —dijo—, un Dios que viene a tu vida, a tu casa y empieza a transformarlo todo”. Toda su familia llegó a la fe en Cristo a través de este milagro. Se bautizaron y su hogar pronto se convirtió en la primera iglesia de la comunidad.
Mientras servía como líder de su grupo de jóvenes a los 16 años, Gabriel tuvo otro encuentro con Dios. Escuchó un sermón acerca de David siendo un hombre conforme al corazón de Dios y se sintió movido a dedicar su vida a ser un plantador de iglesias.
Un año más tarde, tras completar un entrenamiento ministerial, Gabriel fue a su primer campo misionero, un pueblo donde había catorce templos ocultistas para una pequeña población de 200 hogares. “Todos allí eran alcohólicos —dijo Gabriel—. Había adulterio en todas partes, sexo en todas partes. Era un pueblo difícil”.
La oscuridad espiritual de la ciudad era suficiente para llevar a Gabriel a la desesperación. Así que, en medio de su desánimo, fue a casa en busca de un respiro. Estando allí, leyó un artículo en una revista que cambió su corazón. El artículo, acerca de otro misionero en un campo difícil, le inspiró un sencillo pensamiento: Dios no requería su éxito, sino su fidelidad.
Gabriel regresó al campo y comenzó a ver cambios. “Dios es quien hace la obra —agregó—. Dios es quien transforma.
Mi trabajo es ir a donde Él me guíe todos los días”. Mientras continuaba con su trabajo ministerial, Gabriel notó que la gente acudía a él para escuchar el mensaje de salvación. Pronto, el creciente número de creyentes lo impulsó a conseguir un terreno para la iglesia.

Gabriel calcula que su red de voluntarios ha distribuido varios cientos de miles de Biblias hasta ahora.
La pieza que faltaba
Mientras que la iglesia se establecía en ese primer pueblo, Gabriel continuaba yendo a donde Dios lo guiaba, llevando el Evangelio a otras comunidades. Calcula que entre los años 2009 y 2013, él y los demás obreros cristianos fueron testigos de mil personas que recibieron a Cristo. Pero luego, tan rápido como comenzó, el crecimiento se detuvo.
Gabriel se frustró al notar que las transformaciones en la vida de los nuevos creyentes no eran duraderas. Cuando compartió su frustración con un amigo, el amigo reconoció inmediatamente el problema.
“Tú tienes evangelismo —le dijo—, pero no discipulas”. Y le recomendó a Gabriel recibir capacitación para ayudar a completar el componente faltante.
“Él nos dio el primer entrenamiento para hacer discípulos en Cuba —dijo Gabriel—. El discipulado que hacemos a menudo dice: ‘Ven a la iglesia y aquí te discipularemos’. Pero este enfoque cambia el discipulado para que sea como Jesús dice: ‘Id’”.
El discipulado condujo a un movimiento que desde entonces ha cruzado las barreras denominacionales y ha equipado a miles de líderes cristianos en Cuba. Los 70 líderes que recibieron capacitación ese primer año comenzaron más de 500 grupos de descubrimiento de la Biblia en las casas de no creyentes interesados en 2014. Desde entonces, el número de grupos se ha disparado a 15.000, cada grupo se estableció después de que una Biblia fuera puesta en manos de alguien desesperado por tener esperanza que es tan escasa en Cuba. Alrededor de 2.500 iglesias en casa han surgido de estos grupos de descubrimiento de la Biblia.

Desde 2014, los líderes cristianos han iniciado 15.000 grupos de discipulado en Cuba. Cada grupo se creó después de que una Biblia fue puesta en las manos de alguien desesperado por hallar esperanza.
La mejor inversión
Como evidencia del anhelo del país por la verdad, Gabriel compartió una fotografía de una reciente distribución de la Biblia en La Habana, capital de Cuba. En la foto, alrededor de una docena de personas está alcanzando una Biblia; urgencia y emoción están marcadas en sus rostros y en la tensión física de sus manos extendidas. “Es increíble ver el hambre de Dios en este país”, dijo.
Normalmente, Gabriel consigue unos cuantos miles de Biblias a la vez para distribuirlas, y estima que su red ha distribuido unos cientos de miles de Biblias hasta ahora. “Aun así, se necesitan más —dijo—. A la gente le emociona recibir Biblias. En este punto, lo único que necesito son más Biblias. Si me preguntan cuántas Biblias necesito, les diría que un millón, [pero] ni siquiera un millón de Biblias son suficientes”.
Dijo que él y otros obreros cristianos han dado seguimiento a casi el 80% de las personas que han recibido Biblias, y cerca de la mitad se han unido a un grupo de descubrimiento de la Biblia. Confía en que incluso aquellos que no se unen a los grupos experimenten una transformación espiritual al leer la Palabra de Dios por su cuenta.
Gabriel dijo que cree que nació para distribuir Biblias en este país isleño, y tiene un gran sueño para su obra ministerial. “Me gustaría poner una Biblia en cada hogar de Cuba —declaró—. Esa es mi meta. Esa es mi motivación”.
Pero no es fácil conseguir Biblias en Cuba. Aunque algunas iglesias pueden comprar Biblias a través del Consejo de Iglesias autorizado por el gobierno, estas son caras, están destinadas a iglesias registradas y no están disponibles en grandes cantidades. Una de esas Biblias puede costarle a un trabajador promedio más de un tercio de su ingreso mensual.
En algunas iglesias, las Biblias son tan escasas que los miembros toman una o dos Biblias, las dividen en libros y capítulos para copiar a mano los textos y estudiarlos. En otros casos, una Biblia familiar vieja se recupera y repara repetidamente para que la iglesia pueda usarla.
“Cuando se tiene… problemas de hambre, la gente de bajo recursos, la mayoría, no tiene acceso una a Biblia porque no puede comprarla —explicó Gabriel—. Por eso estoy agradecido con todos los donantes de Biblias en el mundo. A todos los que donan una Biblia, les aseguro que llega al lugar correcto. La Biblia llega a un hogar donde hay oscuridad, y ustedes cambian esas vidas. Están transformando un matrimonio, librando a niños de crecer sin un padre, ayudando a un alcohólico o a una bruja a cambiar. La mejor inversión que podemos hacer en este momento es invertir en Biblias”.

Los puentes no se queman
Los valientes esfuerzos de la red de Gabriel para distribuir Biblias y discipular a nuevos creyentes no han pasado desapercibidos. Dijo que los agentes de la oficina de asuntos religiosos a menudo asisten a los servicios de adoración para asegurarse de que el mensaje no sea político o crítico hacia la ideología marxista del gobierno. Y la constante vigilancia, dijo, puede tener un costo psicológico en los que están en el ministerio cristiano.
Gabriel dijo que ha recibido amenazas y advertencias a lo largo de su carrera ministerial, y también ha soportado el escepticismo y la oposición de muchos cubanos con cosmovisiones ateas. Pero persevera porque está seguro de que nadie está más allá de la esperanza de salvación.
Recordó a un funcionario de la prisión que lo ahuyentaba y amenazaba cuando iba a la prisión buscando permiso para realizar servicios de adoración ahí. Más tarde, dijo, el corazón de ese funcionario se ablandó y la prisión invitó a los capellanes a venir a predicar. Los familiares del funcionario comenzaron a convertirse a Cristo, y la amistad de Gabriel con el hombre sigue creciendo.
“Nunca debes quemar un puente —agregó Gabriel—. No hay que rechazar a nadie, porque quien no está de tu lado hoy, mañana puede estarlo. Nunca pagues a nadie mal por mal. Hay quienes han sido mis enemigos y se han vuelto al Señor”. En lugar de desperdiciar su energía preocupándose por la oposición, Gabriel siente la urgencia de seguir saliendo a compartir la Palabra de Dios.