Un cristiano paga el más alto precio cuando su testimonio afecta el comercio ilegal en una aldea de Sri Lanka.

Después de una reunión de oración en la Iglesia Misión de Oración, la mañana del 16 de diciembre de 2021, Kalithas Selvakeerthi habló con su pastor, Ravichandran, sobre una decisión importante que había tomado: renunciaba como presidente del comité de desarrollo comunitario para ingresar al ministerio de tiempo completo en la iglesia. “Si la iglesia está abierta y yo no estoy ahí, es porque estoy en la cárcel o estoy muerto”, había dicho Kalithas muchas veces. 

Kalithas se preocupaba profundamente por su comunidad, así como por el pueblo de Dios como anciano en la iglesia. Constantemente veía a las familias de la comunidad y llevaba alimentos a los necesitados. Incluso los líderes hindúes locales notaban y respetaban sus actos de compasión. “El hermano Selvakeerthi hizo muchas cosas en beneficio de la comunidad”, dijo Seelan, un líder hindú que trabajó junto a Kalithas en el comité de desarrollo comunitario.

Kalithas sabía que vivir su fe cristiana en una aldea mayoritariamente hindú podía implicar un alto precio, pero amaba a la iglesia y creía en el poder del Evangelio para cambiar vidas.

Kalithas tuvo diferentes prioridades antes de llegar a la fe en Cristo. De joven, ganaba dinero vendiendo kasippu, un fuerte licor, en el mercado negro. Tiempo después se casó con Ketheswary, una mujer que conoció en un pueblo que visitaba por negocios. Pero su participación en el comercio ilegal de licor lo llevó a una batalla contra el abuso de drogas y alcohol.

Un día, Kalithas fue confrontado por un evangelista cristiano, quien lo instó a dejar su estilo de vida pecaminoso y a poner su fe en Cristo. Kalithas y Ketheswary entendieron que seguir a Cristo significaba no solo dejar su religión hindú y perder el apoyo de sus familias, sino también abandonar el lucrativo comercio del mercado negro.

Después de pensar seriamente en el mensaje del evangelista, Kalithas puso su fe en Cristo y abandonó la venta ilegal de licor para convertirse en pescador.

Kalithas y Ketheswary fueron los primeros creyentes en su aldea, y Kalithas pronto comenzó a compartir el Evangelio y a invitar a los vecinos a ir a su casa para orar. En 2001, la pareja fundó la primera iglesia del pueblo en su casa. Hoy en día, el pueblo cuenta con cuatro iglesias y unos 500 creyentes.

Kalithas sentía una preocupación particularmente por los jóvenes locales, les mostraba que la vida con Cristo era mucho mejor que una vida de adicción al kasippu y a las drogas. Con el tiempo, su trabajo ministerial tuvo un efecto notable en el comercio del mercado negro en el pueblo, provocando amenazas de los distribuidores locales.

“Él luchó para salvar a la generación joven de todo tipo de adicciones —dijo Seelan—. Se entregó a eso, y muchos de los que dirigían este negocio se enojaron con él”. Seelan también dijo que Kalithas declaró una vez que, aunque podría ser asesinado por su trabajo, no dejaría de luchar por los corazones de la generación más joven.

Las tensiones religiosas entre hindúes y cristianos eran ligeramente evidentes en el pueblo de Kalithas, y ocasionalmente se desbordaban en ataques contra los cristianos. Sin embargo, Kalithas no hizo distinción entre hindúes y cristianos cuando se trataba de su trabajo. Mostraba una gran compasión por muchas familias hindúes, incluso por aquellas que sabía que estaban involucradas en el comercio en el mercado negro al que se oponía.

Después de la reunión de oración en la que Kalithas anunció su intención de estar en el ministerio de tiempo completo, estaba en casa con Ketheswary cuando fueron sorprendidos por algo que golpeó la puerta de metal fuera de su casa. Cuando Kalithas fue a comprobar el ruido, cuatro hombres rompieron la puerta y lo rociaron con kasippu. Luego lo rodearon y comenzaron a golpearlo sin piedad. Cuando Kalithas cayó al suelo, uno de los atacantes agarró una barra o palanca de hierro y golpeó a Kalithas en la cabeza. Antes de que los atacantes huyeran, Ketheswary identificó a uno, era un hombre que recientemente había recibido de ellos un paquete de alimentos.

Conmocionada y asustada por el ataque a su esposo, Ketheswary llamó a su yerno para que llevara a Kalithas, que estaba inconsciente, al hospital. Los médicos concluyeron que su herida en la cabeza era demasiado grave para tratarla. Kalithas, que nunca recuperó la conciencia, fue mantenido con soporte vital mientras familiares y amigos se reunían para consolarse mutuamente y ver a Kalithas por última vez. Murió dos días después del ataque.

“Su pérdida es un gran golpe para este pueblo —dijo Seelan—. No podemos llenar este vacío”.

La pérdida del pueblo no se puede comparar con el sufrimiento de la familia de Kalithas, ya que Ketheswary ahora tiene seis hijos que mantener mientras lidia con su propio dolor. VOM ha proporcionado a la familia alimentos y gastos de manutención, lo que, según Ketheswary, le ha traído nuevas esperanzas.

Aun así, sigue luchando con preguntas sobre por qué Dios permitió que su esposo muriera. Y sus parientes hindúes se han burlado de ella con otras preguntas: “tu esposo fue asesinado de forma miserable —dijeron—. ¿Vas a seguir creyendo en tu Dios solo por creer en algo?”.

“Creo en Dios —les respondió Ketheswary—, y me encontraré con Kalithas en el cielo. Nunca he considerado apartarme de mi fe o de mi Dios”.

Todos los hijos de Kalithas han luchado contra sus deseos de venganza, pero un pastor visitante de la India los ayudó a obtener una perspectiva bíblica. “Él nos enseñó acerca del perdón —dijo Joshuba, la hija mayor de Kalithas—. Dios me ayudó a soltar [la amargura] y me sanó. Por la gracia de Dios los he perdonado”.

El pastor Ravichandran expresó su certeza de que la vida y la muerte de su amigo Kalithas, así como la manifestación de amor y apoyo del cuerpo global de Cristo, tendrán una influencia duradera en el pueblo. “La comunidad ha visto cómo el Señor ha sido fiel con esta familia y ha cuidado de ellos —dijo—. Esto ha abierto una puerta para testificar a muchos de ellos”.

La vida de Kalithas permanece como un ejemplo a seguir para su familia e iglesia. “Como esposo fue fiel, como padre fue fiel, en la iglesia local fue fiel y comprometido —dijo Joshuba—. Mi padre vivió una vida que agradaba a Dios ante la comunidad, la iglesia y la familia, y pagó un alto precio por caminar en el camino [de Dios]. Yo insto a todos a vivir una vida digna del llamado”. 

El precio de andar en el camino de Dios
Categorías: Historia, Oración