“Tras la destrucción de su hogar y el martirio de su mentor, Mahmud hizo un nuevo compromiso”.

Un día de 2010, mientras Mahmud oraba en su mezquita en el montañoso valle de cachemira en la India, de repente tuvo el deseo de aprender más sobre Jesucristo. Cuando lo mencionó a alguien de su pueblo, fue enviado con un hombre cristiano llamado Mohammed “Yousuf” Bhat. Si bien muchos musulmanes veneran a Jesús (Isa) como profeta, no tienen una comprensión bíblica de quién es él como Cristo.

“Yo amaba a Jesús —dijo Muhammed de 40 años, sentado en un cuarto de oración que él mismo hizo en su casa—, pero no sabía cómo caminar con Jesús. Yousuf se ofreció para ser mi guía y me habló más de Cristo y de la Biblia”.

Conocido por ayudar a los pobres y vulnerables, Yousuf era muy respetado en el valle de Cachemira. Había fundado varias iglesias en casa, liderado un movimiento de discipulado entre los cristianos convertidos del islam, y distribuido Biblias y copias de la película JESÚS por toda Cachemira.

La marcada división religiosa y cultural entre la región de Cachemira y el resto de la India no ha cambiado mucho desde 2010. Mientras que el 97% de los 4 millones de habitantes del valle de Cachemira son musulmanes, la India en su conjunto es casi un 81% hindú. Y especialmente durante la época del ministerio de Yousuf, los extremistas musulmanes trataron de detener la propagación del cristianismo en Cachemira mientras luchaban por la autonomía del gobierno central de la India.

Después de que Mahmud se reuniera con Yousuf para hablar de Jesucristo, quedó cautivado por lo que había escuchado. Comenzaron a reunirse regularmente para estudiar, y Mahmud pronto se instaló temporalmente cerca de Yousuf para evitar viajar varias horas para reunirse con su mentor.

“Mi familia en realidad no sabía a qué iba —dijo Mahmud—. Creían que iba por trabajo”.

Cuanto más estudiaba la Palabra de Dios, más quería abandonar el islam. Y tras seis semanas de aprender sobre las enseñanzas y milagros de Jesús, Mahmud puso su fe en Cristo.

“Me conmovieron mucho los milagros que hizo Cristo y quedé convencido de que todo era verdad —relató Mahmud—. Sentí más paz en mi vida. Comprendí que Cristo es Dios y no solo un profeta o un mensajero”.

Mahmud regresó a su aldea dispuesto a hablarle a la gente sobre el Jesús de la Biblia. Comenzó diciéndole a su esposa y a su hija de 8 años dónde había estado y qué había aprendido. Pronto, ambas pusieron su fe en Cristo.

Luego compartió el Evangelio con cinco amigos de su aldea, regalándole a cada uno una Biblia que había recibido de Yousuf y en poco tiempo, cinco de las trescientas familias de la aldea comenzaron a reunirse clandestinamente en la casa de Mahmud para el culto cada domingo.

Pero finalmente, el secreto salió a la luz. Un día de 2011, mientras Mahmud y su familia visitaban la gran ciudad de Srinagar, un grupo de hombres musulmanes destruyó su casa. Después de que un vecino llamara a Mahmud y le contara sobre el ataque, él y su familia decidieron permanecer en Srinagar, donde Mahmud había trabajado anteriormente como jornalero.

En Srinagar, uno de los varios puntos de encuentro del extremismo islámico en Cachemira, Mahmud y su familia se unieron a una pequeña iglesia en casa recién formada. Aunque deseaba compartir la Palabra de Dios con los musulmanes en Srinagar, Mahmud batallaba con el temor.

“Muchos de los que viven en casas alquiladas ya temen (si son cristianos) ser expulsados en cualquier momento —dijo—. En mi caso, yo ya sabía que mi casa había sido destruida. Mi esposa y mi hija estaban conmigo, así que estaba muy presionado para mantenerlas a salvo y darles una vida. Eso rondaba mi cabeza, yo quería mantenerlas a salvo y solo evitar problemas”. Mahmud y su familia no eran los únicos en peligro.

Durante el tiempo que Yousuf ministró, los extremistas musulmanes resistían fervientemente la propagación del cristianismo en el valle de Cachemira, que es 97% musulmán.

La noche del 1 de julio de 2015, cuatro hombres enmascarados y armados entraron a la casa de Yousuf y lo escoltaron fuera, donde lo mataron a tiros. Los islamistas habían notado su fe inquebrantable y su audaz evangelización.

Tras el asesinato de Yousuf, los cristianos del valle de Cachemira se pusieron ansiosos, incluso temían hablar de su muerte. Y Mahmud se desanimó cuando se enteró de la muerte de Yousuf. “El tiempo que pasé con él fue crucial porque me llevó al Señor —comentó Mahmud—. Después de su asesinato, se dañó un poco mi fe. Yo era débil en la fe. Después de eso, cuando oré, Dios me fortaleció”.

Después, un día de 2018, un nuevo deseo se agitó en el corazón de Mahmud. Quería volver a su aldea y reconstruir su casa. “Me preocupaba que algo más pudiera pasarle a mi casa o a mi familia —recordó—, pero estoy fuertemente comprometido a orar. Por fe regresé y reconstruí la casa”.

Después de que su familia se instalara en su nuevo hogar, Mahmud volvió a compartir el Evangelio. “Fui condenado por hacer discípulos —agregó—. Pensé: ‘Si conozco la verdad, otras personas también deberían conocerla”.

Mahmud ayudó a guiar a Cristo a diez familias, y comenzaron a reunirse en secreto en su casa para adorar. “Básicamente, comencé a orar de nuevo en familia —dijo—. Luego fui con unos amigos y les dije que había hecho algo así como una casa de oración y si querían venir a orar, podían hacerlo. Así empecé”.

Recientemente, Mahmud terminó un curso bíblico de seis meses en Srinagar. Tomó el curso para poder explicar mejor el Evangelio y las Escrituras a los musulmanes. Como no sabía leer ni escribir, usaba una Biblia en audio para estudiar las Escrituras y dictaba su trabajo a alguien que pudiera escribirlo por él. Al finalizar el curso, Mahmud recibió un certificado por ser uno de los mejores estudiantes.

También se enteró recientemente de que los musulmanes que habían destruido su casa eran de otra aldea. “Esto sucedió por causa de Cristo, y estoy feliz por ello —dijo—. Dios nos ha perdonado, así que yo los perdono”.

Hoy en día, la influencia de Yousuf sigue viva a través de la vida de Mahmud. Hace unos cinco años, la aldea predominantemente musulmana de Mahmud lo sorprendió al elegirlo líder de la aldea. Dijo que probablemente no habría sido elegido si Yousuf no hubiera compartido el Evangelio con él.

“De hecho, me eligieron jefe de la aldea por cómo había cambiado mi carácter tras hacerme cristiano —expresó Mahmud—. Ellos saben que los cristianos no se involucran en… actividades inmorales y que también hacen mucha caridad. De hecho, me prefieren como cristiano; por eso votaron por mí para ser el jefe de la aldea”.

Como líder de la aldea, Mahmud es responsable de distribuir la asistencia federal a los miembros necesitados de la comunidad. También se desempeña como mediador entre el pueblo y el gobierno local en asuntos de infraestructura y servicios públicos.

“Antes de que yo llegara, no había acceso por carretera a este pueblo — agregó—. Desde que tengo este cargo, hicieron un camino y el pueblo está contento conmigo”.

Mahmud montó una sala de oración en su casa, donde ministra a sus vecinos predominantemente musulmanes. Pide oración por la protección de su familia y su hogar, y por el futuro de su obra ministerial en Cachemira.

Mahmud disfruta liderar a su comunidad, pero le da a Dios la gloria por su posición. “No hice algo para que me eligieran —expresó—. Fue el Dios al que adoramos. Él me trajo a este nivel en la sociedad, y estoy agradecido con él. Es por Su poder que sirvo a la gente y comparto el Evangelio con ellos a través de la posición en la que estoy”.

Los aldeanos saben que Mahmud es cristiano, pero él cree que él y su familia podrían ser atacados de nuevo si se corre la voz de que está dirigiendo una iglesia. “Si llegan a saber que hay una iglesia, vendrán y destruirán [nuestra casa] de nuevo —confesó—. Por eso lo mantengo en secreto”.

Aunque es cuidadoso de evitar la persecución, en cierto modo, Mahmud también la agradece. “Estoy listo para la persecución —dijo—. Jesucristo cargó una gran cruz sobre sus hombros. Estoy listo para llevar mi cruz, así como Jesús llevó la suya”.

Mahmud pide oración por protección para su familia y su casa, y por el futuro de su obra ministerial en Cachemira. “Oren por esta aldea, y por los que me persiguieron —agregó—, para que también puedan conocer a Cristo. Quiero que con el tiempo mi influencia crezca para que Cristo me use para compartir el Evangelio en toda esta región”.

Reconstruyendo una casa de oración
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