La esposa de Fazal, Shahnaz, sonrió mientras veía a su esposo ponerse sus zapatos nuevos, emocionado por asistir a la iglesia esa mañana. Faltaba una semana para Navidad, y esperaba con ansias tomar la comunión ese día en la Iglesia Metodista Bethel Memorial en Quetta, Pakistán. Shahnaz lo regañó en silencio por llegar tarde, luego besó a Fazal y a su hijo sin darse cuenta de que sería la última vez que vería a su esposo. Fazal y su hijo llegaron a una iglesia llena de gente que había venido a ver la celebración de Navidad de los niños. Pero a medida que la congregación se formaba para recibir los elementos de la comunión, cuatro hombres con chalecos suicidas se acercaron a la iglesia. Al ver su intención, el personal de seguridad trató de impedir la entrada de los hombres, le dispararon a uno cuando intentaba entrar al complejo. Otros dos huyeron de la escena, pero el cuarto hombre logró abrirse paso a través de la entrada y detonar sus explosivos. El hijo de Fazal se estaba preparando para recibir los elementos cuando ocurrió la explosión, y la mujer a su lado resultó herida en la explosión. Once cristianos, incluido Fazal,

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Categorías: Historia

«La ley de blasfemia en su forma actual se ha convertido más en uninstrumento de persecución y venganza que de justicia», declaróeleditorial de un periódico pakistaní. Blasfemiasignifica ‘mostrarextrema irreverencia hacia algo sagrado’, y durante siglos los cristianos han sido acusados de blasfemar contra el islam. A menudo en Pakistán, testigos artificiales con acusaciones falsas han hablado en contra de los creyentes, y eso los ha enviado a la cárcel e incluso a la muerte. Tal fue el caso de Samuel Masih, cuyo cuerpo fue encontrado ensangrentado y maltratadocon elcráneo destrozado. Bajo la pena máxima por violar la sección 295 del código penal pakistaní, Masih podría haber sido encarcelado por dos años y multado, de haber sido encontrado culpable por «profanar un lugar de culto con la intención de insultara la religión (islam)». El olor acre de orina y sudor llenaba la sucia prisión. Lossonidos de la tos y de las patasde los ratones resonaban a lo largo de las paredes. Al final del pasilloyacía Masih, quien luchabapor respirar y tosía sangrecon frecuencia. Aunque el jefe de la prisión estaba profundamente resentido con su prisionero cristiano, envió a Masih al hospital para que fuera tratado porsu tuberculosis avanzada. Durante su estancia,

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Categorías: Historia

Recientemente, un obrero de primera línea pidió oración por una familia musulmana que vino a Cristo después de estudiar las Escrituras. Shakeel y su familia eran unos musulmanes que compartían casa con una familia cristiana católica. Un obrero de primera línea visitaba regularmente a la familia cristiana para orar y animarlos cuando le presentaron a la familia de Shakeel. El obrero oró por la familia musulmana, y se sintieron conmovidos y llenos de paz durante su oración. Le pidieron que continuara visitándolos y enseñándoles la Palabra de Dios. El obrero de primera línea les dio una Biblia en Urdu que su hijo adolescente les pudo leer. Después de un poco de tiempo, Shakeel le dijo al obrero que quería aceptar a Jesucristo como Señor. El obrero inmediatamente bautizó a Shakeel, y el resto de su familia también están en espera de ser bautizados. Oremos por que Shakeel y su familia continúen creciendo en su fe. Oremos por que muchos más musulmanes en Pakistán tengan hambre de la verdad de la Palabra de Dios. Haz clic aquí para informarte sobre la persecución de los cristianos en Pakistán y saber cómo orar.

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Categorías: Oración

De chico, en Pakistán, Abdul vivió bajo la estricta ley islámica dentro de una cultura de vergüenza opresiva. Su tío, el jefe de su familia extendida, era un líder islámico de la comunidad, y el Corán era la fuente de la máxima autoridad sobre su vida. Sin embargo, a medida que Abdul crecía, comenzó a preocuparse por dónde pasaría la eternidad. A menudo pensaba en el cielo, y discutía sobre la otra vida con su tío, pero su tío simplemente le aseguró que llegaría allí. «Sabes que estás haciendo un buen trabajo —le dijo a Abdul—. Irás al cielo». En lugar de brindarle consuelo, las palabras de su tío lo ofendieron. Sabía que no había vivido una buena vida, incluso conforme a sus propios estándares. Y seguramente los estándares del cielo eran más altos que los suyos, pensó. La visión islámica del cielo de repente le pareció barata a Abdul. Después de más conversaciones sobre el islam con familiares, el disgusto de Abdul con su vida se hizo tan intenso que quiso suicidarse. Afligido, compartió sus sentimientos y oscuras intenciones con un amigo. Para sorpresa de Abdul, su amigo musulmán lo desafió a tomar un curso bíblico por correspondencia que

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Categorías: Historia

«¡Dennos más!», exigieron los ladrones. Eran las 9 de la noche, y el equipo de distribución de la Biblia de [el pastor] Faisal estaba ansioso por llegar a casa. Después de entregar Biblias a once aldeas pakistaníes en tres días, habían tomado un atajo para llegar a casa más rápido. Pero cuando el equipo bajó la velocidad en su vieja furgoneta en un tramo de carretera lleno de baches con el fin de esquivarlos, se encontraron rodeados por una banda de ladrones de mala fama en esa parte de Pakistán. Rajehs, uno de los trabajadores que viajaba en la furgoneta, trató de razonar con los seis hombres armados mientras uno de ellos apuntaba con un arma al conductor y otro sostenía un arma contra la pierna de un pasajero. «Ya les dimos todo lo que traíamos —les dijo Rajehs—. ¿Por qué quieren matarnos?». Pero incluso mientras bajaban las ventanillas para entregar sus objetos de valor, sabía que los ladrones probablemente los harían bajar de la furgoneta y les dispararían uno por uno. —Tenemos Biblias —les ofreció Amber, de 13 años, la miembro más joven del equipo—. Por favor, tomen una Biblia. —¡No las necesitamos! —gritó uno de los ladrones, al

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